Ocurre
que no a todas las personas de la familia les gusta que se les felicite en sus
aniversarios de cumpleaños, de bodas, onomásticas, etc. pues pertenece a su
esfera personal, a lo que llamaríamos sus
cosas. No obstante, dejar los saludos, los reencuentros, los buenos
gestos…. para los pésames, entierros, salitas de espera de las UCI, o para
ocasiones que se presentan cada vez menos, como las bodas, bautizos,
comuniones, es reducir el contacto entre familiares a la mínima esencia,
socialmente aceptada. Pero, es evidente que para que exista un buen ambiente
familiar, aquello que no le gusta al otro es mejor no hacerlo o no decirlo,
para no resultar un ser fastidioso.
Quizá
resulte extraño, incluso incomprensible, que no gusten las felicitaciones, pues
felicitar a otro es, como mínimo, acordarse de él, y además para bien. No obstante, esas personas
que huyen de estos pequeños detalles o no quieren darles importancia, son las
que más necesitan de recuerdos, besos, abrazos,
y detalles de cariño. Probablemente han tenido que endurecer su corazón para
poder sobrevivir en el día a día. Y su corazón sensible que sufre, se ha
encimentado de tal modo que sólo la caricia de Nuestra Madre del cielo es capaz
de atravesar; los demás nos quedamos en el quicio de la puerta.
Así
que es mejor, en la medida de lo posible, no desistir de felicitar por los
aniversarios, las pascuas, los santos y otras fiestas, mientras no se sepa
expresamente, que al destinatario no le gusta, pues en las desgracias ya nos
veremos, pero con caras largas y tristes pues la ocasión no dará para más.
Recordar que ser amable es una obra de misericordia, y hay que empezar a serlo en la familia.
¡Felicidades!
si hoy celebras algo, y todavía no te han dicho nada los que tú quieres en el
fondo de tu corazón.