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07 septiembre 2020

Con todas las medidas de prevención sanitaria, iremos a oír la Santa Misa

La foto de mujeres musulmanas manifestándose, recientemente, por algunas calles de Londres ha sorprendido a unos cuántos. Estas mujeres estaban celebrando una fiesta propia de su religión. Se les dio el permiso que las ordenanzas municipales londinenses tienen establecidas, y se les hizo fotos como si estuvieran gritando contra los americanos por las calles de alguna ciudad iraquí.

En contrapartida, aquí en España, y especialmente en algunas ciudades o pueblos preferentemente ateos, conseguir la autorización a una manifestación religiosa, empieza a ser imposible, y el problema de fondo no es la Covid 19, el problema negar la libertad religiosa.



Muchos católicos van con la cabeza baja, para no molestar. Sólo lo son dentro del templo y no defienden las verdades de Fe. Y, ahora, con las restricciones de movilidad en favor de la vigilancia de la salud debido al grave aumento de contagios y muertes por la Covid 19, parece que todo va a ser más difícil. ¿Nos van a impedir, de nuevo, entrar en las iglesias para estar presentes en las celebraciones eucarísticas?

Es muy importante la prevención, y muchas personas estamos casi siempre en casa. Pues podemos hacer la compra on line, y hacer mal o bien el teletrabajo. Pero ir a oír la Santa Misa es altamente sanante para nuestro cuerpo espiritualizado, el tuyo, el de tu familia y el del prójimo. No somos dos cosas separadas, cuerpo y alma, somos una sola cosa.

Si ellas con sus burkas salían a la calle a manifestarse por un aniversario religioso, nosotros y nosotras hemos de estar lo más cerca de Dios, que es Nuestro Padre y Señor. La mayor proximidad con Dios se produce en un templo católico ante el Sagrario del Señor. Además, procesionar con la imagen de la Virgen Santísima en la advocación de nuestra Patrona, es todo un detalle de amor fraternal con nuestra Madre del Cielo.

No olvides guardar la distancia de seguridad, llevar puesta la mascarilla y las manos limpias. Si tienes, síntomas Quédate en Casa y llama a los servicios médicos.

 

12 julio 2020

Para modelar el carácter, L.G. Lovasik



Los expertos dicen que se nace con un determinado temperamento. En relación al carácter, éste se ha de ir forjando y educando. En esta tesitura, los hombres y mujeres santos de otros tiempos y de ahora también, van por los caminos que llevan a Dios esforzándose en practicar las virtudes que los cristianos llamamos humanas para poder llegar a practicar las virtudes teologales, y encaminar el temperamento y el carácter imitando a Cristo.

La virtud en si misma considerada no reprime a la persona humana, sino que en su dignidad la perfecciona para que no se desparrame en todo aquello que apetece de forma desordenada. Esto quiere decir, que conociendo nuestro temperamento in nato, las virtudes nos ayudarán a templarlo o animarlo, y el carácter A CAMBIARLO. No es de recibo “Es que es mi carácter”, y con ello machacar a los más cercanos que son la familia y los amigos, y de paso cualquier persona que se cruce en tu camino.


Una buena lectura ha hecho santos. Un ejemplo bastante conocido del siglo XX es el de Edith Stein, de nombre religioso Teresa Benedicta de la Cruz, nació en Breslavia, Imperio alemán, el 12 de octubre de 1891, de origen judíoPasó por una fase de ateísmo; fue filósofa. La lectura de los libros de Santa Teresa de Jesús de Ávila le cambiaron su vida y su alma. Ingresó en la orden religiosa carmelita descalza. Murió en Auschwitz el 9 de agosto de 1942, mártir. Fue canonizada el 11 de octubre de 1998 por el papa san Juan Pablo II.

Los textos de estas dos santas son muy recomendables. No obstante, hoy os propongo una lectura sencilla y muy práctica. Es constante la propuesta de ejemplos cotidianos para poder modelar nuestro carácter y atar un poco nuestro temperamento: EL PODER OCULTO DE LA AMABILIDAD de Lawrence G. Lovasik.

Tenemos mucho por leer en este verano insólito.


16 abril 2020

Qué hacemos en tiempos de pandemia



La calle donde vivo es peatonal. Antes del confinamiento era un paseo donde transitaba mucha gente, arriba en dirección montaña, abajo en dirección el mar, como una rambla. Tanto bullicio convocaba a llenar las terracitas, las cafeterías, las tiendas de ropa, de telefonía, de alimentación, farmacias, etc. Ahora en este barrio se cumple el confinamiento, no obstante, a modo personal. Hay quién saca a pasear al perro cuando aplaudimos a las 8 de la tarde, se sienta en un banco y pasa un ratito de ruido y música que rompen la monotonía del silencio. O se lía un cigarrillo delante de la persiana de un local cerrado, medio a escondidas, se lo fuma, y está un breve tiempo sin que nadie le moleste. O el típico ciudadano comprando a todas horas, o bajando la basura como está mandado. Todo dentro de la normalidad, contemplándolo desde mi ventana y haciendo lo propio.

Nadie denuncia. Hay que ponerse en la piel de cada uno. Pues para otras cosas y altercados ya están los policías.

Pero se dio el caso que el otro día, llovió. Fue insólito. Por lo visto los perros no precisaban salir a la calle ni a orinar ¡tan siquiera! No vi un perro, ni dos ni tres. Las colas del supermercado y la tienda de congelados, que suelen ser largas, eran inexistentes. La quiosquera, bajó la persiana. Tiempo desapacible. Así que se produjo un confinamiento pluscuamperfecto, como en pleno ferragosto a la hora más alta de sol, que ni los perros salen a pasear pues se le quemarían las plantas de sus patitas.


Al lado de la tienda de congelados, haciendo esquina con otra calle peatonal abierta recientemente, tenemos un comercio de ropa de casa. La que lo regenta, desde hace muchos años, se llama María Ángeles. No puede abrir su modus vivendi porque de momento estos comercios no están en la lista de la desescalada del confinamiento. Sin embargo, María Ángeles se ha puesto a coser y coser y ha elaborado, a su cargo, mil seiscientas mascarillas de ropa de algodón con goma blanca y las regala a quien le pide, vecinos o transeúntes anónimos, una mascarilla por persona que tiene que salir a la calle. A mí también me regaló mascarillas para mí y mi familia, y no me quiso cobrar de ninguna de las maneras. ¡¡Gracias!!

Hemos visto en los medios de comunicación e Internet muchas noticias parecidas a esta, pues la generosidad es abundante en tiempos difíciles y cada uno hace lo que sabe, además llena más el corazón dar que recibir. Por estas personas generosas, también seguimos aplaudiendo desde nuestras ventanas cada día. 

Y sin desfallecer, que va quedando menos.

Tengamos la alegría que nos infunde el Espíritu Santo, la cual no se trata de un subidón de emociones, sino de un gozo interior en esta Pascua de Resurrección.