Un cuento para entretenerse

Un día del verano del 2001, muy caluroso me puse  a escribir.....

La tonsura, un cuento de vacaciones



Planificar unas vacaciones o unos días de descanso requiere, en muchos casos, hablar con los miembros más decisivos de la familia. Cuando ésta tiene los hijos pequeños se les comenta positivamente las cosas, con el planteamiento inicial de que se divertirán mucho, y los padres acaban haciendo lo que quieren, que normalmente significa que irán de vacaciones donde puedan.  En el momento que esto ocurre se mira el bolsillo, es decir los extractos de las cuentas bancarias, se intenta recordar los gastos que vendrán, se cierran los ojos y se piensa que de aquella  manera o de la otra los pagarás, fraccionas hasta lo máximo posible el pago de las tarjetas de crédito, y si eres de los que cobras un sueldo fijo, sin duda, la nómina del mes siguiente a las vacaciones será la misma.

 Así pues los hijos y los padres se ponen a hablar. Si los hijos son más mayores o adolescentes la discusión se pone más difícil, pero en cualquier caso es bueno ese diálogo, porque aunque parezca complicado facilita la abertura a conversaciones de temas con raíz más dura o generacional. Obviamente los intereses son dispares. Aunque los chicos y las chicas muchas veces se divierten con los mismos juegos y con los mismos deportes, incluso los de riesgo, ellos normalmente tienen más fuerza, pero ellas son más intuitivas y prudentes, una conjugación perfecta. Dios lo hizo bien, nos hizo iguales pero diferentes, por eso le pareció bueno, muy bueno!. Por lo tanto se ha de escuchar y hablar, los padres pueden y deben  aprender mucho de los hijos.

Probablemente al padre le guste ir de excursión con un coche grande, que haga ruido, con mucha tracción a todas las ruedas, que desate mucho polvo y sobre todo con amigos para comentar lo mucho que corre y el riesgo sufrido, sin embargo ha resultado  ileso de cualquier percance. A la madre le parezca conveniente que, si se alquila un apartamento o casa, haya un centro comercial cómodo para facilitar la estancia, también unos restaurantes no demasiado caros; estarán bien los que parecen que están perdidos en medio de las montañas, así se ahorrará hacer la comida  del almuerzo, y si comen mucho a mediodía, podría resolver la cena con un bocadillo.

Y mis amigos lo hicieron así. Ella está harta de preparar los bocadillos de los desayunos y su fiambrera para llevársela al día siguiente a su trabajo. En su empresa dispone de una zona de comedor cosa que facilita el ahorro del gasto de comer en cualquier cantina o bar cercanos, y a su vez se come más sano y mejor. Los que allí trabajan, aproximadamente ochocientas personas,  disponen además de un servicio médico asistencial, que resuelve  muchos problemas y permite que el personal abandone por poco tiempo el puesto de trabajo, en el caso de padecer alguna dolencia o enfermedad.

A ella también le complace eso de las excursiones, pero el jefe de la tribu domina los mapas, las carreteras, los caminos y las sendas. O quizá es lo que vamos a creernos, pues luego forma parte de la aventura el perderse, lo cual pone a la pareja  en tensión nerviosa,  pero es lo que pasa siempre, por lo tanto sería sorprendente lo contrario. Este es el juego, a ver qué pasa esta vez.

Todo está claro, los papás quieren ir de excursión. Magda preparará la intendencia para el viaje, pero nada más, quiere pasar cuatro días desarrollando actividades diferentes o en diferente  medida de lo habitual. Por ejemplo, quiere dormir, pero a las nueve de la mañana ya estar desayunando!, quiere caminar pero sin cansarse demasiado, quiere comer como Dios manda pero sin engordar. Pablo  quiere hacer aquella excursión que no pudo hacer cuando tenía 17 años a causa de una terrible tormenta, quiere probarse el pantalón de camuflaje que le regalaron cuando tenía treinta años y que no llegó a estrenar porque le producía urticaria, y quiere que todos tengamos la misma ilusión que él, lo cual es fácil porque siempre está de buen humor.

El destino escogido ha sido Torreciudad. Ya habían ido un día de excursión, pero les pareció insuficiente para poder captar aquella belleza. No se trata solamente de la belleza propia del paisaje del prepirineo de Huesca, la naturaleza es bella por sí misma si no la alteramos o le rompemos su ciclo natural, es todo el conjunto. Torreciudad es el nombre de una Virgencita románica y negra como todas las Virgencitas de la época medieval que se venera desde hace mil años. Dice su historia que es del año 1025. Con los años la madera se ha ido oscureciendo hasta quedar como Nuestra Señora de Montserrat, Nuestra Señora de Nuria o Nuestra Señora de Meritxell, en Andorra. Todas ellas son guapas y han escuchado millones de plegarias y han concedido millones de súplicas a todos los que las veneran.

La Virgencita de Torreciudad actualmente está restaurada y colocada en el Retablo de un bellísimo Santuario, enclavado en un valle en dirección a Bielsa, al Monte Perdido y al Aneto. Una reproducción se halla en la antigua ermita, hoy restaurada, la cual está a una romería a pie del Santuario. Como les dijo un buen amigo al ver aquel paraje magnífico, desde lo alto de la montaña donde se localizan unas antenas de telefonía, al cual accedieron campo a través, sin seguir apenas una senda : “Y Moisés dijo, ésta es la tierra prometida”.

Solo se trataba de cinco días, con cuatro noches; en la hostería tendrían las habitaciones a su disposición; las comidas las harían con los amigos de las casitas de la urbanización colindante, o de los tozalitos como dicen ellos. Sin embargo, el coche estaba lleno hasta los topes. La baca iba cargada con las tres bicicletas de los chicos, las maletas tenían ropa de abrigo, de lluvia, de sueño, de medio calor, de todo. Llevaban un kit completísimo de herramientas para cualquier imprevisto de las bicicletas, las mochilas para las excursiones, ah! Y una brújula, no fueran a perderse en medio del monte.

La salida de Barcelona fue impuntual como estaba previsto. Comieron en Barbastro y como en Aragón es fiesta el día de Jueves Santo, no pudieron escoger demasiado, pero resultó bueno y suficiente. Se trataba de comer no de hacer un banquete para dejarlo todo en el plato. Más adelante, después de circular por una carretera muy bien señalizada, llegaron a su destino y se instalaron cómodamente  en las habitaciones. Les habían advertido que en Semana Santa el Santuario está precioso y no por la ornamentación, que no existe pues manda sobre todo la sobriedad entre materiales nobles. La preciosidad estaba en el encuentro tremendo entre miles de personas que están allí con una sola finalidad, rezar y agradar a Dios. Eso impresiona mucho más que la propia mole del edificio. O su Cristo Vivo que le miras una vez y no lo olvidas nunca más, o el Sagrario en lo alto del Retablo principal, de alabastro, que se abre en la noche del Sábado de Pascua. Allí se va a rezar, se va a hacer culto a Dios. No es un lugar de turismo, es un lugar de oración.

Tiempo pues para darle a Dios y al alma un rato de encuentro íntimo con Él. El día tenía muchas horas, y sobradas, para hacer las excursiones previstas. Esos días de Semana Santa pueden resultar muy gozosos para la salud, caminar, dormir,  divertirse y también asistir a los Oficios y a las Pascuas con total libertad, pues nuestra alma se va llenando, y como no es un estómago que llegado un punto no le cabe más, puedes disfrutar o padecer con Cristo  todo aquello, cada día, como si hubiera sido la primera vez que viviéramos el terrible episodio de la crucifixión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Las comidas con los amigos fueron diferentes. Por dos días Magda y su amiga Mercedes hicieron la comida para veinte personas o algo menos. Resultó sorprendente cocinar junto a una artista de los colores y los lienzos, pues la improvisación suplió a cualquier cosa. Incluso la “comida preparada”, tan sencilla de servir, se convirtió antes de llegar a la mesa en otra cosa. Preparar algo sin pensar previamente el qué, sino simplemente abrir un armario o la nevera y decir “ ¿Y qué le pongo”, y a lo mejor se trataba de ponerle algo al pollo, al arroz., fue toda una experiencia para Magda: Dios mío! Una fideuá de pescado podía convertirse en un arroz con pollo. Al final todos exclamaban “ Qué bueno mamá!”.

Sin embargo las vacaciones se iban acabando y todo iba bien. Era extraño, el capítulo de las incidencias no aparecía; todo se sobrellevaba con normalidad. Hizo  bastante viento, y el polvo y polen volaban formando en el suelo grandes cúmulos o bolas grandes, una estampa que recodaba las imágenes de viejas películas del Oeste americano; todo ello formaba parte del paisaje. Los antiestamícos fueron necesarios, pero son cosas normales de la primavera.

La noche del Domingo de Pascua ya la pasaron en casa. Antes, en la autovía de Lleida habían visto el resultado de un trágico accidente. Rezaron un Avemaría por sus almas, pues todo hacía indicar que murieron varias personas, según pudieron comprobar por las imágenes del accidente que dieron en el telenoticias de la noche. Les venía el sol de cara, en una recta, doble carril, medianera para separar los dos sentidos de la marcha, aparentemente sin peligro. Dieron gracias a Dios por estar de vuelta.

Realmente el propósito de las vacaciones se había  cumplido. El Lunes de Pascua fue el día del debate y la reflexión de todo lo ocurrido. Conseguido: habían ido de excursión, todo se había utilizado, incluso el repele mosquitos, la brújula..., pero a Pablo el pantalón le venía pequeño. A pesar de ello se lo puso porque no le picaba. Magda no aumentó de peso pues no le sentaron bien las aguas, y tuvo que estar a dieta. Los tres chicos se habían divertido con las bicis una barbaridad.  Y sus almas se habían llenado de Bien.

 El reinicio del trabajo para Magda resultó estupendo. Todos los compañeros se reencontraron. Nadie había de lamentar nada grave. El resto de la semana tenía como centro de comentario las experiencias de cada uno, que siguieron la semana siguiente con los que se habían ido en el segundo turno. Unos y otros viajamos a muchos sitios a la vez. Aunque yo creo que mis amigos  fueron al mejor, y a distancia!

Cuando el sabor de esos días ya se iba diluyendo y se acercaba el puente del primero de mayo, surgió una incidencia, ciertamente inesperada en aquel momento. Magda tiene la costumbre de tocarse la cabeza, el cabello  cada vez lo lleva más corto,  sin embargo de pequeña lo había llevado  hasta media espalda. Cuando se casó su melena iba al aire, rodeada de flores, una auténtica hippie de su tiempo. Se lo lava cada día bajo la ducha, le gusta que le brille y que esté suave, pero según se hace mayor le resulta más pesado peinarse con el secador a toda marcha.

Así las cosas, sintonizada a su ordenador, en plena jornada laboral, con dos teléfonos conectados el fijo y el móvil, hablando por uno de ellos notó con las yemas de sus dedos una protuberancia en su cabeza, en la misma coronilla. Mientras iba hablando, iba rozando aquel relieve que no lograba identificar. Acabó rápidamente la conversación y colgó el teléfono, qué extraña sensación, no le dolía, pero empezaba a notar algo raro. Se paró a pensar: podía ser un grano, una verruga, una tumoración! OH Dios, qué horror. Lo mejor sería que alguien lo viera, la persona más indicada sería un médico. No pasaron tres segundos desde la reflexión que  la Magda ya estaba esperando el ascensor para acudir al servicio médico. Pero en estas, se encuentra con la Conchi. El ascensor tardaba en llegar. La Conchi es una chica con muy poco cerebro, sin embargo es muy trabajadora, decidida y mucho más alta que la Magda. - Oye Conchi, qué tengo en mi cabeza?... - A ver? ...estate quieta.  La Magda nota como la Conchi le clava las uñas en su coronilla y le da un tirón...Ay!. La Conchi aplasta con su bota algo en el suelo, (hay sangre!). - Magda ves al lavabo y ponte agua. Aturdida obedeció. Se mojó la cabeza. Se miró al espejo ... qué ha pasado?.

La Magda hizo la intención de volver a su mesa de trabajo, pero se fue donde estaba la Conchi, - Oye, qué tenía en mi cabeza?... – Bueno..., como  no eres muy finolis te lo diré : tenías una garrapata. - ¿Estás segura?..  – Mujer! ya sabes que tengo perros y las he visto muchas veces.  -¿Y se las arrancas igual a tus perros?.. – Bueno, a ellos les doy pastillas para que no las tengan. - ¿Y yo, por qué he tenido una garrapata?.. - Pues eso es fácil, saltan por la calle, por el campo, se colocan donde pillan un buen sitio.  -  Pero si yo no tengo perros! - ¿Has ido al campo?... - No, no he ido al campo, creo que donde tengo que ir ahora es definitivamente al servicio médico.

Bajó por otro ascensor. No estaba el médico, pero sí la enfermera,  muy simpática y cariñosa. No se conocían bien y Magda seguía aturdida, no sabía si su historia iba a ser creíble. A pesar de ello  le explicó lo ocurrido. Montserrat la hizo sentar en la camilla, enfocó una luz, y vio la herida producida por las múltiples patas de la garrapata, ocho para ser exactos y en forma de garra, y la micro huella que deja la boca del bicho que se clava en el cuero cabelludo mientras absorbe la sangre de su víctima. - Magda, las garrapatas se sacan después de ablandarlas con agua caliente, esto se tenía que haber hecho de otra manera...  la Conchi, con buena intención, te ha hecho un desastre. Le frotó la cabeza con tintura de yodo y le advirtió que las garrapatas dan fiebre, pues inyectan a su víctima una toxina que puede producir una infección. ... -¿Has ido al campo?... - No, no he ido al campo.

Volvió a su mesa, se puso a trabajar. Dejó correr el tiempo. Sin embargo por la noche notó que le picaba la cabeza y se lo explicó a Pablo. Obviamente se echó a reír, - ¿Tú, una garrapata?, imposible! con el miedo que tienes a los perros... por cierto ... ¿utilizaste el ahuyenta perros que te regalé?. ... realmente tienes una herida, es normal que te pique, “dorm paparra meva”. 

Hubo un cambio brusco de temperaturas y empezaron los constipados. Pablo y los chicos lo sobrellevaron bien pero Magda y su vecino de mesa en el trabajo notaron como la faringitis hacía acto de presencia, y la fiebre también. Por lo tanto, el fin de semana del primero de mayo todo el mundo se quedó en tierra doméstica. No hubo salida, ni excursiones, ni gasto. Los ganglios de detrás de la oreja izquierda de Magda adquirían una hinchazón que se veía a simple vista. Aquella noche soñó con gritos, horrores, enormes monstruos caninos con afilados dientes, las víctimas eran sucesivamente mordidas por perros sarnosos, pulgosos, babosos, luego los mismos perros lamían aquellas heridas ensangrentadas. De repente se despertó sudada, con una palpitación muy fuerte, - Pablo, esto es la garrapata, he visto como me absorbía la sangre con sus garfios curvados hacia atrás y sus mandíbulas afiladas que se deslizaban hacia atrás y hacia delante a lo largo  de su boca, me perforaba mi piel y sentía mucho dolor, - Jolín, nena no m’espantis  no tenías que haber visto la película de la tele, fíjate qué has soñado.

Superado el fin de semana, también se superó la faringitis o la garrapatitis, o sea, los unos al colegio, y Pablo y Magda a su trabajo. No fue al servicio médico, como ya estaba casi bien se olvidó. Aquella semana el jefe del departamento comunicó a todo su equipo que faltaban solamente cuatro días para que se pusieran de acuerdo en el reparto de los días de vacaciones de verano, el uno de junio todo tendría que estar aprobado o denegado según el caso. ¿Y dónde irían de vacaciones esta vez?, por Semana Santa fueron a un lugar de oración, ¿o fueron al campo?.

Antes que otra cosa, había de ir a la peluquería, el domingo irían a la Primera Comunión de una sobrina y su cabeza estaba impresentable según ella; además de cortarse el pelo y cambiarse de peinado, se cambió el color oscuro a un tono más cobrizo. Aquella noche, al irse a dormir, de nuevo empezó a picarle la cabeza, sin pensar se la rascó le saltó  una costra y pelos de varios colores, qué alivio! después de muchos días.

Por  fin, pensó Magda,  la incidencia había desaparecido.  Era una mujer ocupada,  le gustaba tener la casa en orden y eso requería dedicación; le gustaba hacer bien su trabajo remunerado y eso requería conocimiento y paciencia; para ella sus hijos y su marido eran muy importantes. Pero también se dedicaba a su alma, había conocido momentos de vaciedad y no quería volver a ellos por lo tanto se había llenado de amor en el jubileo del año 2000, así pues le daba tiempo a la oración. Por lo tanto, esto también iba a formar parte de sus vacaciones estivales, tenía que hablar con Pablo para determinar el calendario.


Le pidió a la Ramona material de archivo pues era necesario ordenar muchos informes y correspondencia que habían quedado apilados por acumulación de otras tareas. La Magda se agachó al suelo para recoger la llave del armario que se le había caído a la Ramona, y como estaba embarazada de ocho meses y poco ágil lo hizo la Magda sin dudar. - Ahg!, ¿Magda qué tienes en la cabeza?...Tienes una mancha roja. Apresuradamente contestó sin vacilar,  !Nada!. - La Magda no sabía qué tenía en la cabeza pero prefirió marcharse antes de dar explicaciones. Recogió las carpetas y los dossiers y volvió a su mesa.

Esta vez la Magda empezó a inquietarse, se tocó el escapulario y en un momento de turbación, pidió ayuda a la Virgen en silencio. Saltó de su mesa y le dijo a su compañero de mesa,- Me voy al servicio médico. No estaba la Montserrat, estaba el médico; no lo conocía, hacía pocos meses  que se había incorporado a la empresa y ella no había necesitado hacer ninguna  consulta, gracias a Dios gozaba de buena salud.  Sin explicar nada para no predisponer, el médico observó con el mismo foco de la otra vez el estado de su coronilla. – Efectivamente tienes una clapa un poco enrojecida, ¿estás nerviosa? (...) ¿tienes problemas? (...), ¿te van bien las cosas en el trabajo? (...) ¿duermes bien?  (...) en fin ...puede ser un principio de alopecia, tendrías que consultar en los próximos días con un dermatólogo...

Dios mío, calva por los nervios!, Pero si no estoy nerviosa!,  Los problemas los ladeo o los resuelvo, Mis hijos gozan de salud, A mi marido pronto se le acabará el contrato...y no podremos ir de vacaciones... pero seguro que haremos algo interesante... Magda me explicaba todo esto mientras comía el contenido de su fiambrera. Siempre tenía buenas combinaciones de ensaladas, de arroz y delicias, de pasta de colores y vinagreta con jamón y queso, de pollo, piña y atún, vegetales con huevo duro y salmón ahumado, de salpicón de marisco, etc.... Yo la escuchaba, y sinceramente no estaba nerviosa, solo preocupada por esta circunstancia, tenía problemas pero salía adelante, yo siempre la veía como una mujer fuerte. Era necesario, sin embargo, ir al médico. Pensó primero en el de cabecera, su internista la conocía bien, podía distinguir si se trataba de la garrapatitis u otra cosa.

-         La clapa hace dos centímetros. Y por lo que me explicas la garrapata la pillaste en el monte. Viven en los bosques y entre la vegetación densa y se les conoce como parásitos del ganado vacuno, perros, aves, reptiles, seres humanos... ¿viste alguna serpiente?..Y la fiebre fue a producida por éste ácaro... bueno Magda, vigila el peso, ya sabes que comes demasiado, tendrás esta clapita el resto de tu vida, Ja ¡ Ja!. (Su querido internista tenía una clapa generalizada, su cabeza era una auténtica bola de billar, un chico simpático). – De todas maneras ves a un dermatólogo, ya sabes que esto no es mi especialidad.

En menos de un mes ya le habían visto la coronilla dos médicos y dos enfermeras, y el tema empezaba a ser molestoso, pero se lo guardó, su madre hubiera pensado en que se trataba de una gran catástrofe, pues volvería a aparecer el tema de la alopecia femenina en la familia. Los abuelos de Magda habían tenido una fábrica de termómetros después de la guerra civil española. Primero la montaron en Sevilla, y luego en Barcelona. En cualquier caso su abuela había fallecido con la peluca puesta a los ochenta y cinco años pues el mercurio, de efectos tóxicos retardados, la fue dejando calva sin remisión. Su madre iba por el mismo camino, pero en un punto la alopecia se le detuvo, sin embargo tiene un cabello muy débil y de reacciones curiosas, pues cuando se tiñe el pelo no sabe qué color  resultará al final.

¿Se producía transmisión genética, la Magda le preguntó a la dermatóloga,  - No Magda, este no es tu caso. Realmente hay que reconocer que has tenido mala suerte, solo eso, te pudiste contagiar con cualquier perro con el que te cruzaste en la calle. Y solo ha sido mala suerte pues estos bichos transmiten enfermedades a través de sus mordeduras o de sus excrementos, piensa que producen daños neurológicos serios... en definitiva, si quieres vuelve en octubre y estudiamos la posibilidad de hacerte un injerto del cabello que tienen en la nuca, pero con la mala manipulación que sufriste es posible que el funículo de los pelos, tal  como te ha dicho tu médico, estén muertos definitivamente y no podamos hacer nada.

De vuelta al trabajo, la Magda pensó que por fin la incidencia se había cerrado. Se le había colocado una garrapata, habían vivido juntas, ni el jabón, ni el suavizante, ni los cepillos ni los cepillados, ni el calor sofocante del secador le habían dado muerte. El ácaro había ido absorbiendo su sangre hasta inflarse como un cerdo, y detectarlo la Magda con sus dedos. La dermatóloga le había dicho que el método para extraerla era con aceite caliente, para ahogarla. Pero incluso después de la extirpación el funículo podía quedar dañado. Nadie le había dado una respuesta única del contagio, en la calle, en el campo, en el monte, un perro, una serpiente, cualquiera sabe!

Había hecho todo lo humanamente posible. Tenía que cerrar este tema como fuera, la angustia inicial se había convertido en mal humor., y la vida había de seguir. Tenía que hablar con Pablo de las vacaciones:

-         Cariño mío, esto te pasa por ser tan piadosa ¡estás tonsurada para siempre!, -¿Qué dices, a qué te refieres? – ¿No te acuerdas que cuando éramos pequeños los curas llevaban afeitada la coronilla?, yo lo había visto hacer en el barbero del barrio, tenían un aparatito o una navaja especial para hacerlo, debía ser una reminiscencia de las culturas maya o azteca...o ¿al revés?, ¿quieres que lo busquemos en algún libro?

Pablo con esta incidencia animó a los chicos a hablar de sus viajes a Sudamérica, ya conocidos por todos, pero siempre añadía algo nuevo. Finalizaron la jornada sin definir un nuevo destino para las vacaciones del verano, de momento el bolsillo pesaba poco.

Días más tarde, cuando le preguntaban a mi amiga qué tenía en la cabeza, no dudaba en contestar que se trataba de una tonsura. La ignorancia del curioso  no hacía posible continuar la conversación, el chiste de su marido resultó ser una manera inteligente de cortar por lo sano un tema para ella escabroso. No obstante, la Magda tuvo que aprender a peinarse de otro modo, pero fue divertido. Ahora al recordarlo nos reímos las dos con mucha satisfacción.

Agosto, 2001