30 agosto 2024

Casarse en la Iglesia de San Lorenzo de Pamplona

 Recientemente hemos estado en la ciudad de Pamplona, en la comunidad de Navarra, situada en el norte de España. Si bien muchas personas la conocen por sus fiestas taurinas, es un destino para visitar y pasear tranquilamente. Los amplios parques verdes que te puedes encontrar en cualquier punto de la ciudad son inmensos. Los pamploneses soy muy caminantes cosa que su entorno les favorece muchísimo. Hay ciudades donde has de transitar en medio de ruidos, vehículos y malos olores, pero en Pamplona no te acabas los jardines y ni los parques. Y si te pilla un chaparrón en medio de uno de ellos y no ibas advertido, llegas al hotel empapado.

Una vez visitado los puntos más turísticos, dejarse llevar por las calles, las tascas y los buenos comercios es una gozada. Nos sucedió que habiendo estado en la Iglesia de San Lorenzo, templo que cobija una bella Capilla dedicada al queridísimo San Fermín, pues es allí donde está y no en otro sitio, volvimos a entrar para hacer la visita al Santísimo y tuvimos la sorpresa de que se estaba celebrando una misa y el sacramento del matrimonio de unos novios del lugar. Nos situamos al final de la capilla. Oímos las frases y palabras dedicadas al compromiso y al consentimiento del enlace matrimonial. Mi marido y yo nos cogimos de la mano.

Concluidas la celebración nupcial y la santa misa, el sacerdote dirigió a los recién casados unas palabras y entregó a cada uno el pañuelo rojo típico de San Fermín, que era rojo y blanco. Les explicó algo así que resumo: A todas las parejas de novios que se casan en este templo de San Lorenzo dedicado a San Fermín les regalamos estos pañuelos para recordarles que es rojo porque este santo fue degollado por amor a Jesucristo y blanco porque por su santidad ya está en el cielo, así puede ser vuestra santidad en el matrimonio.

Como mi marido y yo ya hemos superado los cuarenta y seis años de matrimonio, uno con el otro, entendimos aquellas palabras, quizá aquellos jóvenes todavía no, pero si perseveran algún día lo entenderán por completo.

Al salir del templo, les esperaban los familiares y amigos formando arcos con lazos y flores rojos, verdes y blancos y el aurresku, bailado por un dantzari acompañado de un músico que toca el txistu y el tamboril con la otra mano.

Con mucha alegría, nos fuimos a la Plaza del Castillo a almorzar. 


¡Viva los novios!