Recientemente hemos estado en la ciudad de Pamplona, en la comunidad de Navarra, situada en el norte de España. Si bien muchas personas la conocen por sus fiestas taurinas, es un destino para visitar y pasear tranquilamente. Los amplios parques verdes que te puedes encontrar en cualquier punto de la ciudad son inmensos. Los pamploneses soy muy caminantes cosa que su entorno les favorece muchísimo. Hay ciudades donde has de transitar en medio de ruidos, vehículos y malos olores, pero en Pamplona no te acabas los jardines y ni los parques. Y si te pilla un chaparrón en medio de uno de ellos y no ibas advertido, llegas al hotel empapado.
Una
vez visitado los puntos más turísticos, dejarse llevar por las calles, las
tascas y los buenos comercios es una gozada. Nos sucedió que habiendo estado en
la Iglesia de San Lorenzo, templo que cobija una bella Capilla dedicada al
queridísimo San Fermín, pues es allí donde está y no en otro sitio, volvimos a
entrar para hacer la visita al Santísimo y tuvimos la sorpresa de que se estaba
celebrando una misa y el sacramento del matrimonio de unos novios del lugar. Nos
situamos al final de la capilla. Oímos las frases y palabras dedicadas al
compromiso y al consentimiento del enlace matrimonial. Mi marido y yo nos
cogimos de la mano.
Concluidas
la celebración nupcial y la santa misa, el sacerdote dirigió a los recién
casados unas palabras y entregó a cada uno el pañuelo rojo típico de San
Fermín, que era rojo y blanco. Les explicó algo así que resumo: A todas las
parejas de novios que se casan en este templo de San Lorenzo dedicado a San
Fermín les regalamos estos pañuelos para recordarles que es rojo porque este
santo fue degollado por amor a Jesucristo y blanco porque por su santidad ya
está en el cielo, así puede ser vuestra santidad en el matrimonio.
Como
mi marido y yo ya hemos superado los cuarenta y seis años de matrimonio, uno
con el otro, entendimos aquellas palabras, quizá aquellos jóvenes todavía no, pero
si perseveran algún día lo entenderán por completo.
Al
salir del templo, les esperaban los familiares y amigos formando arcos con
lazos y flores rojos, verdes y blancos y el aurresku, bailado por un dantzari
acompañado de un músico que toca el txistu y el tamboril con la otra
mano.
Con mucha alegría, nos fuimos a la Plaza del Castillo a almorzar.
¡Viva los novios!