El acontecimiento de la llegada de los Reyes Magos a Belén dónde estaba el
Niño Dios, siguiendo la luz de una estrella, no ocurrió a los pocos días de
nacer el Niño sino más tarde, en un margen más amplio. Se entiende así porque
los viajes en camello eran más lentos y porque la noticia le llegó al rey Herodes,
y, ante tal afrenta, hizo matar a los niños menores de dos años, motivo por el que
se les llama santos inocentes. Son
hechos reales que están constatados en la historiografía de Jesucristo. Por
ello, no es baladí que después de celebrar el Nacimiento del Niño Dios nos
sintamos contentos y celebremos la Epifanía del Señor, es decir, la
manifestación pública de ese Niño llamado Jesús. Y también nos podamos
ilusionar con regalos que les pedimos a esos Reyes, para que se conviertan en
hacedores de deseos y detalles de amor para todos.
La ansiedad en regalar los
obsequios, cuanto antes, provoca que el Niño Jesús trabaje por adelantado. Los
que somos mayores siempre esperábamos a los Reyes Magos de Oriente y no pasaba
nada por esperar. En muchas empresas se hacía una fiesta de recepción de los
Reyes la misma mañana del día 6 de enero para los empleados. Y era un día de un
ir y venir de un lado a otro recogiendo regalos, que sin estar en la carta de
la ilusión, resultaban una maravillosa sorpresa. Ahora la mezcla de ilusiones
movidas por intereses materiales con las ilusiones generadas por seguir paso a
paso la vida de Jesús, crea necesidades y sentimientos contrapuestos.
A pesar de todo, no me puedo imaginar un despertar del día 6 de enero sin
encontrar en mi zapato, bien lustrado, un pequeño presente de mi Rey preferido.
Os deseo que los Reyes Magos os colmen de amor.