Inequívocamente
el amor se retroalimenta de amor, es imposible amar sin ser amado. Pero el amor
trasciende al ser humano porque quien ha amado primero es Dios, y por más que
busquemos el amor y los deleites humanos, el que más ama es quien nos ha
creado. Pero sin duda, los seres humanos precisamos del amor y del calor de las
personas que nos rodean. También precisamos del perdón de las personas que
amamos pues por mucho que nos quieran nos hacen daño, y nosotros debido nuestros defectos y tendencias naturales, también dañamos a los demás. Si nos
creemos perfectos, nos equivocamos. En estas disensiones sobre el amor, en
medio de una tertulia familiar, uno recordó las palabras que le dijo el
sacerdote cuando se casó hace unos años: “En resumen, hijos... contigo pan y mortadela
hasta que la muerte quiera”, con este epíteto
pusieron la rúbrica en los documentos del enlace. Entre las carcajadas de los
familiares, con gracia y buen humor, yo besé a mi marido y le dije: tu eres mi mortadela, y el me replicó y tu eres mi pan.
A
esta expresión prosaica y poco romántica, le antecede aquella más conocida de “contigo pan y cebolla”, pues en la
intensidad del enamoramiento los enamorados no precisan de comer, beber o
dormir, no hay hambre ni fatiga, solo embelesamiento, así que la cebolla y el
pan podrían ser suficientes, y con el tiempo un poquito de mortadela, en
cualquier caso la cuestión es amarse y perdonarse de verdad