01 septiembre 2021

Habéis encontrado vuestra Cruz

 «Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse». Pero él les dijo: «No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. (Evangelio de San Mateo 19, 3-12).

Esta cita es parte de un texto más largo del Evangelio de San Mateo, en el que Jesús explicaba a los apóstoles el corazón duro de los hombres y mujeres en los tiempos de Moisés, allá doce siglos antes de Jesucristo.

Ya entonces se hablaba, se discutía, se pedía consejo, para saber qué hacer con la mujer que el marido ya no quería o no deseaba. Difícil era para la mujer repudiada con carta de divorcio pues tanto las viudas como las repudiadas quedaban a expensas de lo que quería el viento. Siglos más tarde Jesús explicaría que el matrimonio es una vocación, un don de Dios.

Hoy, dos mil años después de aquellas bravas enseñanzas, seguimos comentando qué ocurre en los matrimonios en general, y el compromiso de entrega dado individualmente. Observamos que ese don de Dios lo han de disponer ambos cónyuges, sin ataduras, sin tabúes, sin dudas, sin tapujos, sin engaños ni a uno mismo ni al otro. Y se prosigue el análisis en el tiempo porque se siguen rompiendo compromisos, con gran dolor para ambos cónyuges siempre. No me refiero solamente a matrimonios civiles sino también a los religiosos, especialmente católicos.

Escribí en cierta ocasión, a la vuelta de nuestra visita a la ciudad de Sant Petersburgo, como los recién casados una vez acabada la ceremonia… paseaban por los parques gritando repetidamente, como es tradición, ¡Gorkol! que significa Amargo. Pues amargo puede ser el camino del matrimonio y al momento de casarse lo saben y lo gritan. Y a pesar de ello se han casado. Lo vi, lo oí y me lo explicaron. 

                                 

En otro país, en Bosnia-Herzegovina, existe la costumbre siguiente: Cuando los novios entran en la iglesia para casarse, lo hacen portando un crucifijo. El sacerdote lo bendice, pone la mano derecha de la novia sobre la Cruz y la mano derecha del novio encima, y las cubre con la estola. Y les dice la verdad: "¡Habéis encontrado vuestra Cruz! Es una Cruz que debéis amar y llevar con vosotros. No debéis rechazarla. Aprended a quererla".

Así que para unos y para otros les ha traído cuenta casarse, para lo bueno y para lo malo, y como el Matrimonio es una vocación, hay que vivirlo muy cerca de Dios para poder amar profundamente hasta en el peor momento o el más amargo, incluso en aquel en que sientes tu corazón atravesado, hecho trizas.