25 noviembre 2019

La violencia sin género



El Papa Francisco cuando fue a Centroamérica y Sudamérica denunció claramente el feminicidio, es decir, el asesinato del hombre a la mujer, que en aquel continente desgraciadamente es infinitamente superior a nuestro país. Mal está, desde un punto de vista gramatical, referirse al asesinato de una mujer como violencia de género. Una mujer o un hombre no es un género, no es una cosa, es un ser cuya vida es degollada, golpeada, asfixiada, ahogada. El género es de los objetos. Por eso creo que la violencia no tiene género.

Y en estos tiempos convulsos políticamente, en los que tenemos cifras de mujeres asesinadas por sus maridos, parejas, familiares o depredadores; niños huérfanos por todos estos crímenes; se deja de contar, con cifras, la violencia ejercida por la mujer sobre el hombre, sea quien sea su parentesco, la cual también mata a sus hijos, como vemos a menudo en los medios informativos.

En ese capítulo de violencia de género no se incluyen estos crímenes, ¿por qué?

El matriarcado que estamos imponiendo las mujeres en un mundo que pretende ser igualitario, estamos, al mismo tiempo, criminalizando a todos los varones, haciéndonos creer que todos pueden ser supuestamente violentos.

Y las mujeres ¿no podemos también ser supuestamente violentas?

Creo que, tanto varones como mujeres, si nos encaminamos hacia el mal podemos ser igual de violentos, ellos con la fuerza bruta y ellas con la malicia psicológica, o con ambos instrumentos, ellos y ellas.

¿Qué objetivo tiene solo criminalizar al hombre?

Hay que tratar al criminal como lo que es, no porque sea varón o mujer sino por el mal infringido. Si realmente las leyes que se aprobaron hace unos años hubieran dado en la piedra filosofal de la violencia, hoy un hombre no hubiera degollado a la mujer número 52 en España.

Hay que revisar las políticas, y no alardear del gran número de denuncias, pues cada año el Consejo General del Poder Judicial emite cifras del número de denuncias, y entre ellas, el número de denuncias falsas por el uso espurio del derecho, y éstas van en aumento.

Tanto el hombre como la mujer han de ser educados hacia el bien y el respeto, respecto de los demás y hacia los demás, frenando los instintos violentos y de superioridad.