Con la agenda tan repleta de celebraciones cristianas
unidas a las procesiones que en tantos lugares salen a la calle, si el tiempo
lo permite, podemos planificar unos días que combine lo religioso con unos días
de placidez y descanso. En los medios de comunicación y redes sociales nos están invitando a ir a la playa
porque calienta el sol, porque se está estupendamente, porque hay montón de
sitios para el tapeo, ir de fiesta y de buenos o buenísimos restaurantes, y
picotear constantemente. Pero ¡Alerta! no dar a nuestro vientre una posición
central en estos días. Bien está que nos divirtamos y comamos pero ¡con
moderación, por favor! y que entre el desayuno y la hora de dormir hayan más cosas
que comer, beber y machacar un poco más nuestra salud.
Comer y beber
mucho, y tumbarse al sol solamente, es mal asunto. Es mejor no tener que incluir
en la maleta el almax, la sal de frutas,
el bicarbonato, el primperan, en fin todo eso que sabemos que nos ayuda a
digerir los atracones.
En la Semana Santa se puede ir de procesiones y participar
en los oficios que se celebran en las iglesias católicas de todos los lugares.
Mientras pasa la procesión, no solo nos sorprenderemos por la belleza de los
Pasos, las imágenes, los cirios, las flores, los nazarenos, los cantos y
saetas, los romanos, las antorchas, etc. sino que nos adentraremos en esos
misterios y realidades de la Pasión y Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, para
llegar al Domingo de Pascua con la alegría del cristiano que sabe que la
Resurrección es el centro de la doctrina cristiana.
Habrá quien no pueda salir de viaje, ni ir al pueblo
donde está la familia o el sol, y deba quedarse en casa. No pasa nada. Ahí
estaremos también.
¡Y Qué Dios Nos Perdone! (aunque es el título de una película que es de policías, española y está muy bien) es tan cierto como verdadero.