15 noviembre 2016

En la salud y en la enfermedad

Dimematrimonio ha permanecido inactivo. Me he dedicado por entero a mi marido que ha estado muy grave. El mismo día de su cumpleaños, él estaba en la UCI. Por unas horas me pareció sentir en sus manos, que se cogían a las mías, que le había llegado el momento de irse con Dios. Estaba preparado. En esta ocasión el paso por la UCI ha sido importante, con varias transfusiones, respiración asistida y todas esas cosas que se le instalan a un enfermo grave para que no se muera.

Su convalecencia está siendo muy buena, gracias a Dios. Ya salimos a la calle a hacer paseítos. Y se reinician las rutinas. Mucha gente ha estado rezando por él, la familia, las amistades y muchas personas que no le conocen pero que en la santa misa rezan por los enfermos y por sus cuidadores. Y como la oración no se pierde, ha dado sus frutos.

Me quedé agotada debido a tantos días y noches sin dormir. En algunos momentos la actividad de los auxiliares de clínica, los enfermeros y los médicos, en el hospital, fue frenética. Jornadas de poco descanso, haciendo cabezadas de sueño al tiempo que mi marido dormía. Rosarios intensos rezados cómo se podía, misas cortísimas por llegar ya empezadas y salir sin esperar a la bendición final. Un ir y venir de ofrecimientos de obras pues los enfermos también sostienen la Iglesia.

Y en el trabajo profesional, ausente, no se puede estar en dos sitios a la vez ni con el corazón dividido. Has de estar en lo que haces y hacer lo que debes.


Esto ha sido así: Para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad ningún mérito. Aunque lo malo, Dios mío, si no fuera por Ti, ¿Cómo lo llevaríamos?