06 diciembre 2015

Un compromiso único y para siempre

Y fuimos de nuevo de boda, mi marido y yo. Aprovechamos para reafirmar nuestros votos mutuos. No hizo falta pronunciar palabra. A nuestra edad matrimonial a veces ya no son necesarias. Nos cogimos de la mano. Y a cada afirmación de los novios, nos apretábamos las manos con dulzura o nos mirábamos a los ojos sonriendo. 

No hubo ninguna simulación, la iglesia era un templo consagrado, la misa era la Eucaristía que instituyó Jesucristo, y el cura era un sacerdote ordenado por el obispo de la diócesis, y además hermano de la novia. Fue real, a diferencia de otras bodas en las que la iglesia ya está desacralizada, el que hace de cura es un actor disfrazado y no ha habido compromiso ni ante la ley humana ni la divina.

Era la boda y la fiesta del compromiso de Carlos y Victoria, los hijos de unos amigos muy entrañables. Carlos y Victoria hicieron realidad su vocación matrimonial, que como tal no es una vocación de segunda clase. Los padres ganaron un hijo y una hija, pero esos padres habían entregado sus hijos a Jesucristo.

Carlos y Victoria, en el noviazgo, construyeron un futuro. Se lo tomaron en serio pues el amor para siempre no se improvisa. El amor matrimonial debe estar fundamentado en Dios y no en las capacidades personales. Vivir el matrimonio sin Dios es difícil, se piensa en que el matrimonio es un estorbo y no se cree en la indisolubilidad. Si se fundamenta en Dios y en la filiación divina, se comprende que se ha de perdonar. Si se fundamenta en la exigencia, no hay posibilidad de abrazar al otro tal como es. Así de bonito habló el sacerdote que los casó.

Luego, nos desplazamos a 40 km de distancia a lo largo de la comarca del Maresme, pero no importaba, así lo habían decidido los novios. El aperitivo fue bajo una carpa en el jardín, toda una maravilla de exquisiteces del chef. Y siguió un banquete nupcial distinguido. Y al caer la noche, el baile. Todo con gran sobriedad y elegancia.


Muchas felicidades para toda la vida, y mucha paz para los malos ratos. Que Dios os acompañe siempre.

Las pinturas son de la artista, señora Merce Flores