En la relación conyugal hay un beso muy amoroso y cargado de simbología. Se trata de un acto sensible que trasciende más allá de la propia acción de besar. Me refiero a besar el anillo que nos intercambiamos los esposos en el momento del enlace matrimonial, en aquel “sí quiero” que nos dimos cuando nos casamos. En aquel intercambio, nos dijo el sacerdote que el anillo era prueba de la alianza que establecíamos, desde aquel día y para siempre. Por lo que el anillo no es pues un adorno ni un abalorio, es un objeto que nos difiere de los solteros o de los consagrados al celibato apostólico o de los sacerdotes como prueba de nuestro compromiso conyugal. Y tanto es así que cuando se rompe la relación matrimonial, una de las cosas que se hace es quitarse el anillo, guardarlo, devolverlo, lanzarlo por la ventana, venderlo, es decir, desprenderse de ese objeto que simboliza la unión. En esta tesitura, el beato Papa Juan XXIII , que impulsó el Concilio Vaticano ...