03 noviembre 2013

Permiso, perdón y gracias

El santo padre Francisco con sus buenas dotes de comunicador no nos da tiempo de leer, escuchar y ver todo lo que nos dice cada día. La web del Vaticano se ha modificado y adaptado a este nuevo hacer del Papa, que habla diferente pero no cambia ni modifica un ápice la exigencia de la doctrina católica ni propiamente la doctrina. Su capacidad comunicativa, tan directa y a la vez asertiva, nos cautiva a todos, y también a los medios de comunicación que como el mismo Papa dice: La televisión e internet son una plaza que se ensancha sin fronteras.

Esta frase tan descriptiva de lo que son los medios está extraída del discurso  a las Familias del Mundo con ocasión de su Peregrinación a Roma en el Año de la Fe, el pasado sábado 26 de octubre de 2013. Allí habló a las familias congregadas, pero también a todas las que estábamos en nuestros hogares, o trabajando, o en un hospital, etc.  Nos habló de los agobiados y atribulados, de las dificultades, del sacramento del matrimonio, del trato dentro de la familia entre unos y otros, de esa caridad y amor entre todos pidiéndonos permiso para hacer las cosas, perdonando y dando las gracias. Y también re refirió a los abuelos, los cuales dice el Papa son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Con todo ello, nos impelió a preguntas, provocando en nosotros un estímulo para nuestro examen de conciencia

“Pero qué hermoso matrimonio, qué bonita ceremonia, qué gran fiesta!”. Eso no es el Sacramento; no es ésa la gracia del Sacramento. Eso es un adorno. Y la gracia no es para decorar la vida, es para darnos fuerza en la vida, para darnos valor, para poder caminar adelante. Sin aislarse, siempre juntos. Los cristianos se casan mediante el Sacramento porque saben que lo necesitan. Les hace falta para estar unidos entre sí y para cumplir su misión como padres: “En la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad”. Así dicen los esposos en el Sacramento y en la celebración de su Matrimonio rezan juntos y con la comunidad. ¿Por qué? ¿Porque así se suele hacer? No. Lo hacen porque tienen necesidad, para el largo viaje que han de hacer juntos: un largo viaje que no es a tramos, ¡dura toda la vida! Y necesitan la ayuda de Jesús, para caminar juntos con confianza, para quererse el uno al otro día a día, y perdonarse cada día. Y esto es importante. Saber perdonarse en las familias, porque todos tenemos defectos, ¡todos! A veces hacemos cosas que no son buenas y hacen daño a los demás. Tener el valor de pedir perdón cuando nos equivocamos en la familia… Hace unas semanas dije en esta plaza que para sacar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quisiera repetirlo. Tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Pedimos permiso para ser respetuosos en la familia. “¿Puedo hacer esto? ¿Te gustaría que hiciese eso?”. Con el lenguaje de pedir permiso. ¡Digamos gracias, gracias por el amor! Pero dime, ¿cuántas veces al día dices gracias a tu mujer, y tú a tu marido? ¡Cuántos días pasan sin pronunciar esta palabra: Gracias! Y la última: perdón: Todos nos equivocamos y a veces alguno se ofende en la familia y en el matrimonio, y algunas veces –digo yo- vuelan los platos, se dicen palabras fuertes, per escuchen este consejo: no acaben la jornada sin hacer las paces. ¡La paz se renueva cada día en la familia! “¡Perdóname!”. Y así se empieza de nuevo. Permiso, gracias, perdón. ¿Lo decimos juntos? (Responden: Sí). ¡Permiso, gracias, perdón! Usemos estas tres palabras en la familia. ¡Perdonarse cada día! (fragmento del discurso referido).

Al día siguiente, en la homilía en la santa misa de clausura de la peregrinación de las familias, en la plaza de san Pedro de Roma, nos invitó a meditar las lecturas del domingo 27 de octubre de 2013.  Se refirió a orar en familia: Todas las familias tenemos necesidad de Dios: todos, todos. Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. Para rezar en familia se necesita sencillez. Rezar juntos el “Padrenuestro”, alrededor de la mesa, no es algo extraordinario: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar también el uno por el otro: el marido por la esposa, la esposa por el marido, los dos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es rezar en familia, y esto hace fuerte la familia: la oración.

También nos invitó a ser familias misioneras de la fe y a conservarla en familia, en las cosas de todos los días. Su última pregunta, diciéndonos que nosotros mismos nos diéramos la respuesta fue: ¿Hay alegría en tu casa? ¿Hay alegría en tu familia? […] En el fondo de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a tener este amor paciente, el uno por el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.