18 noviembre 2012

Hoy yo, mañana tú

En un matrimonio, después de toda una vida juntos, cuando uno de los cónyuges muere, el supérstite, es decir, aquel que sobrevive al otro, se halla en una fusión tremenda con el alma de aquel que murió. Sabemos que tanto los viudos como las viudas suelen hablar con su difunto esposo o esposa, notan su olor, su presencia, oyen casi su voz y sus pasos por casa. Así que no se puede comparar nunca la viudedad a una ruptura jurídica, pues la viudedad no es un divorcio. Por razones biológicas, genéticas, antropológicas, y otras muchas, la mujer vive más años que el hombre, y por lo tanto hay más viudas que viudos en el mundo, y esta tendencia es natural y desde hace siglos. En este sentido, encontramos en el Antiguo y en el Nuevo testamento numerosos pasajes que refieren acontecimientos en los que las viudas son las protagonistas. En aquel tiempo, y en muchos casos también hoy en día, las mujeres que enviudaban quedaban desprotegidas y a expensas de la caridad para poder sobrevivir.

En efecto, hemos leído en este mes de noviembre, dedicado por la Iglesia Católica a los difuntos y a la reflexión sobre “Los Novísimos”,  varias lecturas de las misas que nos han invitado a reflexionar de que a pesar de la ausencia de bienes materiales y la del esposo amado, la fe y el abandonarse en los brazos de Dios no falla nunca. Así el domingo día 11, la lectura del Libro de los Reyes* nos decía que Elías encontró en Sarepta a una viuda a la que le pidió un poco de agua y pan, pero ella le respondió que solo tenía un puñado de harina y un poquito de aceite y que después de hacer el pan, como no tenía nada más, ella y su hijo morirían de hambre. Pero Elías le respondió que no temiera, que le hiciera el pan y que nunca le faltaría nada pues el Señor, Dios de Israel se lo prometía hasta que trajera lluvia a la tierra. Ella creyó y le dio el pan a Elías. En ese mismo día, el evangelio de san Marcos**, se refiere a que Jesús enseñaba en el templo y mientras decía a sus discípulos que los escribas devoraban los bienes de las viudas, una de ellas echó dos monedas de muy poco valor a los sacrificios, al ver este gran gesto Jesús dijo “Os aseguro que esta pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. En el  evangelio de san Lucas *** del sábado 17, se refiere a una explicación de Jesús sobre cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, entonces les propuso la parábola de un juez injusto que para sacarse de encima a una viuda pesada e insistente, le concedió lo que pedía.  
  
Así que no hay que temer a la muerte ni al fin del mundo del que no sabemos cuando se producirá, a pesar de las múltiples predicciones humanas de ambas cosas. Hay que vivir tranquilos y en manos de Dios, pues hoy me puede tocar a mi y mañana a ti: Hodie mihi cras tibi. 

* Libro de los Reyes, 17, 10-16
** Evangelio de san Marcos, 12, 38-44
*** Evangelio de san Lucas, 18, 1-8