En el matrimonio se dan situaciones que
pueden dificultar su paz y su crecimiento. No hay situaciones fáciles. No hay
situaciones únicas. No podemos resolverlo todo. No sabemos nada, o casi nada. Por
ello hemos de acudir a los moralistas cuando surgen esas situaciones que no
entendemos muy bien y por ello nos tiramos a la crítica. Los moralistas son los sacerdotes. Los
sacerdotes católicos son
los que han de resolver los casos de moral de los cónyuges. A ellos hemos de
exponer nuestras consultas, nuestras dudas, pues en materia de moral cristiana
son los que saben más. Es conveniente que se traten individualmente los casos,
pues cada uno tiene su respuesta aunque muchos se parezcan entre si.
La Exhortación apostólica “Familiares Consortio”, del beato Juan Pablo II, y que hemos citado ya varias veces en este blog, recoge en abundancia toda la doctrina católica sobre el matrimonio yla familia. Para las situaciones difíciles el Papa
se dirige a la ayuda de la comunidad eclesial, no es pues un comentario
gratuito que hoy hacemos, es una exhortación del Papa.
La Exhortación apostólica “Familiares Consortio”, del beato Juan Pablo II, y que hemos citado ya varias veces en este blog, recoge en abundancia toda la doctrina católica sobre el matrimonio y
“[…]..Otros momentos difíciles en los que la
familia tiene necesidad de la ayuda de la comunidad eclesial y de sus pastores pueden
ser: la adolescencia inquieta, contestadora y a veces problematizada de los
hijos; su matrimonio que les separa de la familia de origen; la incomprensión o
la falta de amor por parte de las personas más queridas; el abandono por parte
del cónyuge o su pérdida, que abre la dolorosa experiencia de la viudez, de la
muerte de un familiar, que mutila y transforma en profundidad el núcleo
original de la familia…[…] En estas diversas situaciones no se descuide jamás
la oración, fuente de luz y de fuerza, y alimento de la esperanza cristiana.” (Extracto
punto 77).
Así se da el caso de matrimonios civiles que
por estar bautizados, los cónyuges puedan creerse que están casados ante Dios;
o aquellas parejas de cristianos que no se casan, aun pudiendo, para no perder
la pensión del estado; o aquellas parejas que estando casadas por la Iglesia,
se divorcian y se vuelven a casar por lo civil… todos ellos y todas ellas ¿Pueden oír misa? ¿Pueden comulgar? Estos son planteamientos generales que muchos
conocemos. Si se precisa una respuesta porque un familiar o una amistad están
en un caso igual o parecido, hay que consultar al sacerdote, y, a ser posible,
que la hagan los propios interesados. El Espíritu Santo hará el resto.
De esta manera podremos ser luz, con nuestra
oración y consejo, y sal, al ser sembradores de paz y alegría en la familia y en
las amistades.