Ocurre que el mandamiento de la caridad, el único que reúne todos los demás, al ser más completo y a la vez más amplio, es el que cuesta más de ejercer. ¿Amar? Sí! yo amo, me digo ¿O realmente, primero, me amo a mi misma? En la relación matrimonial se sospesan siempre el querer de dos; y nunca el amor dado por uno y por la otra están en igualdad de resultados. Pero no hay que preocuparse, no hay que medir, pesar ni contar, hay que amar y luego hacer lo que quieras, como decía san Agustín. Este santo tan actual a pesar de ser del siglo IV, siempre me subyuga a cada cosa que leo. Y no es baladí nada de lo que dejó escrito. Fue educado como cristiano gracias a su madre implorante, pero vivió, hasta su conversión, como un hombre de su tiempo, en el que era normal, si pertenecías a esa clase social de hombres de oratoria y derecho, que vivieras una vida disipada, frívola y en cohabitación con una mujer, es decir sin casarse. Pero, a pesar de ello, san Agustín siempre estuvo en la lucha de ir en busca de la verdad, de
*En la foto, La Rosaleda, parque Cervantes. Barcelona