03 marzo 2014

Olvidarse de un hijo

En la santa misa dominical de ayer, resonaban las palabras del profeta Isaías referidas a que Dios Padre nunca se olvida de nosotros. Y pone como ejemplo, para que le entendamos, a una madre que habiendo llevado a su hijo en sus entrañas, no actúa como una madre maternal, en la creencia que parece imposible que una madre no pueda ser de otra manera, sin embargo aunque una madre se olvide de su hijo, y aún así, Isaías nos dice que  Dios jamás se olvida de ti.

Esas palabras que fueron escritas hace miles de años, sorprende que sigan siendo actuales, pues los cambios trepidantes de nuestro tiempo presente nos hacen creer muchas veces que lo que fue escrito hace tantísimo tiempo, se quede en el pasado, y forme parte de un sentimentalismo ingenuo, lleno de nostalgia.

Sin embargo, Isaías no fue solamente un profeta de Israel, fue un hombre emparentado con la casa real de su tiempo, que había nacido en Jerusalén hacia el año 770 aprox. antes de Cristo, estuvo casado y tuvo dos hijos. Isaías, además, fue un firme opositor a la política de alianza de los reyes de Judá con los imperios, pero lo más importante es que llamó a confiar en la alianza con Dios. Así, Isaías fue instrumento de Dios para decir y escribir lo que Dios quiso revelar de si mismo, entendiendo los exegetas que la visión de Isaías fue mesiánica.

Por ello sus palabras no son antiguas, es el mismo Dios quien nos dice ayer, antes y hoy, que Él nunca se olvida de nosotros. En cambio ¿Cuántas madres se olvidan de sus hijos, en sus propias entrañas? ¿Cuántas madres desde entonces realmente han desechado a ese hijo y voluntariamente se han puesto en manos de abortistas y criminales sin escrúpulos? A pesar de de tanto horror, jamás, ni una vez, Dios se olvida de ti, ni de mí.
  
*Sión decía: <<El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí>> ¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!

Libro del profeta Isaías 49, 14-15.
Sexto domingo del tiempo ordinario