El tema amoroso y sentimental del
presidente de Francia se ha convertido en un problema de credibilidad
política y de reputación pública. Con
anterioridad comentamos que las infidelidades de personajes de la vida pública
no se quedan en el entorno privado, y que producen en los ciudadanos
una decepción bastante notable. La historia de los personajes del Closergate ya
la conocemos. Ahora el presidente se declara soltero, como si eso fuera una
novedad. No obstante, los analistas consideran que estos trapillos tienen mayor
trascendencia que en si mismos los propios devaneos y las idas y venidas. Las consecuencias de todo ello las podemos
leer en el artículo del conocido experto Rafael Navarro Valls, al que ya hemos citado en otras ocasiones, catedrático y
académico secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación.
Por eso, se ha dicho siempre que es un gran bien
dar buen ejemplo, aunque suene a tonadilla infantil del siglo pasado o de
anteriores. Pero lo que es cierto es que nada de lo que hacemos es baladí
respecto de nuestro entorno, tanto si somos un ciudadano corriente como un
presidente. Si nuestra resonancia es pública, mayor aún son las consecuencias
o las malas consecuencias. Y hemos visto que las ganancias de pescadores se las
han llevado los editores del semanario descubridor del afer, los fabricantes de
cascos de moto, las compañías de seguros que promocionan los coches con
cristales oscuros para ofrecer mayor discreción, y las voces de los que pedimos más
decencia y decoro en nuestros gobernantes, casados o no.