El Día de Todos los Santos es una
solemnidad cristiana que tiene lugar el 1 de noviembre para las iglesias
católicas de rito latino y el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia
ortodoxa y las católicas de rito bizantino. En este día la Iglesia celebra
fiesta solemne por todos aquellos difuntos que, habiendo superado el
purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y
gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Por eso es el día de «todos los santos». No se festeja sólo
en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por
los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en
honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia de
Dios. No se debe confundir con la Conmemoración
de los Fieles Difuntos que se celebra al día siguiente, el 2 de noviembre. (Wikipedia).
Por otro lado, según leemos en otras web, el Halloween es una fiesta de origen pagano
que se celebra la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos,
y que tiene sus raíces en el antiguo festival celta conocido como Samhain
(pronunciado "sow-in"), que significa "fin del verano" y se
celebraba al finalizar de la temporada de cosechas en Irlanda ... Durante
esa noche se creía que los espíritus de los difuntos caminaban entre los vivos,
y se realizaban fiestas y ritos sagrados que incluían la comunicación con los
muertos. Además, era habitual colocar una vela encendida en las ventanas para
que los muertos "encontrasen su camino".
Así que la fiesta de Todos
los Santos es una celebración muy importante para los cristianos católicos
y ortodoxos porqué celebramos la existencia del cielo y del purgatorio, y, como
consecuencia, la resurrección de los muertos y por ende la Resurrección de
Jesucristo, pues si no hubiera sido de esta manera, vana sería nuestra redención y vana sería nuestra fe, según apunta
san Pablo.
Es una alegría grandísima saber que el cielo está lleno
de hombres y mujeres santos, niños y niñas también, que interceden por nosotros
y por nosotras ante Dios, para nuestra salvación. Y en el Día de Difuntos, la
Iglesia reza por las almas del purgatorio, un lugar que no es físico, pero que
existe y sirve para purificación de nuestras almas, y es antesala del cielo. Se
ofrecen misas y sufragios, y se visita con más frecuencia los cementerios,
ofreciendo flores y oraciones.
La Resurrección de Cristo se produjo efectivamente.
Muchos ojos lo vieron. No se trató de una mera ilusión. También existe el
cielo, el lugar donde reside Nuestro Padre Dios, y a dónde queremos ir al
momento de nuestra muerte. Y por supuesto existe el purgatorio donde nos purificaremos.
El infierno existe, es el lugar donde reside Satanás, el diablo, el mal. En
definitiva, son los estados en los que podría estar nuestra alma espiritual
después de morir nuestro cuerpo mortal. Por ello hemos de rezar por las almas
que están en el purgatorio para que salgan de él y vayan al cielo. Por las
almas del infierno ya no se podrá hacer nada, una vez allí, nadie sale nunca, in aeternum.
En el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) en el
capítulo de los Novísimos podemos
ampliar nuestros conocimientos en estos temas.
Y ¿qué ocurre con el Halloween?
Como la sociedad cree que el paganismo es más divertido,
busca en los disfraces, las juergas, los sustos, los miedos, el humo de los
cementerios y las calabazas iluminadas todo tipo de sensaciones nuevas o
novedosas. En ese sentido, la desacralización de iglesias a museos, las
apostasías, y el apartarse de Dios de varias generaciones ha propiciado el
crecimiento de las fiestas paganas como ese Halloween.
Téngase en cuenta que los católicos no somos gente
sombría y oscura o que huimos de la diversión. Nuestra alegría no solo puede
venir de vernos guapas en un espejo con un disfraz de princesa nocturna, sino también por los frutos que recibe nuestra
alma, por ejemplo, en el transcurso de una peregrinación al Santuario de
Fátima, en Portugal y ver como muchas personas, una a una, reciben la bendición
de la reconciliación, y, en comunidad, se participa en una misa internacional.
Así que los católicos estamos alegres por la alegría que nos produce nuestra fe
y también por otras cosas, como todo el mundo.
Los
santos dulces
En España, durante siglos, con ocasión de Todos los
Santos y el Día de Difuntos, en cada lugar o región, se han hecho típicos unos
dulces propios de estas fechas. La recogida de la almendra y otros frutos han facilitado
la elaboración de panellets, dulces y pastelitos muy ricos que también se
elaboran en casa, con la colaboración de toda la familia, sobre todo los niños,
y como actividad lúdica para los más pequeños en los colegios. Los menos
audaces en la cocina, los compramos en la pastelería. Y si añadimos más
tradiciones, transcurrimos la Noche de Todos los Santos con castañas y boniatos
asados, vasitos de vino dulce o cava, completando así una noche (fría) de
otoño.