01 marzo 2015

¿Nos hemos de mortificar?

A lo largo del año litúrgico, la Iglesia ha establecido unos parones importantes. Uno de ellos es el tiempo de Cuaresma que concluirá con el domingo de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En este corto espacio de tiempo, unos 40 días, la Iglesia pide a los católicos dos días de ayuno y abstinencia (el miércoles de ceniza, primer día de la cuaresma, y el Viernes santo, a tres días de la Pascua). Y además, todos los viernes de Cuaresma hacer abstinencia.

Poco es que dos días al año comamos menos, y que seis viernes al año no comamos todo aquello que sea carne. Pero aun siendo poco, nos puede costar. Por eso, todo eso que nos cuesta hacer o dejar de hacer podríamos llamarlo mortificación, siempre que nuestra intención sea agradar a Dios.

No hay que asustarse con esto. Siempre, antes y ahora, el cristiano que quiere mortificarse y ofrecerlo a Dios, debe consultarlo con el director espiritual de su confianza, es decir, con el sacerdote católico que conozcamos. Si no conocemos a ninguno en especial, podemos acudir al rector de la parroquia donde habitualmente oímos la misa del domingo. Y santa paz, si nos dice que con lo que hacemos ya vamos bien, pues cada uno en su circunstancia ha de hacer lo suyo.

Jesús nos invita a hacer penitencia, nos pide que atravesemos su pasión con sacrificios y mortificaciones. Pero todo esto hoy en día muchas personas lo han dejado de lado. El bienestar es lo que ahora se busca. Sin embargo, para llegar a Cristo, la mortificación es el atajo. Y se dice que se conocen pocos santos porque hay pocos mortificados. Sor Lucía, una de los tres pastorcitos que vio a la Virgen en Fátima (Portugal), dejó escrito un libro de práctica teológica con llamadas al sacrificio. Téngase en cuenta que cuando se produjeron las apariciones de la Virgen eran niños y entendieron perfectamente en qué consistían las mortificaciones pues Nuestra Señora se los explicó, cuestiones que han quedado recogidas en los libros de Sor Lucía. No ha de extrañarnos en ningún sentido que a nuestros hijos y nietos se les puedan proponer alguna mortificación propia para la edad….dejar de tomar golosinas, ver menos la televisión, usar menos la tablet,  renunciar a una merienda, por ejemplo, en especial esos días que a los mayores la Iglesia nos pide otros esfuerzos.

¿Qué mortificaciones podemos hacer los adultos? En primer lugar, cumplir muy bien con nuestros deberes familiares, profesionales y de la vocación, haciendo en cada momento todo con visión sobrenatural. Os aseguro que se trata de un esfuerzo tremendo. Hemos de saber también lo que Dios espera de cada uno de nosotros. A modo de tirón de ejemplos: huir del pecado de gula (es decir, comer menos); huir del de avaricia (hacer limosna y donativos a entidades católicas, a la misma parroquia, por ejemplo); hacer oración cada día (es decir, apartarse un ratito en silencio para hablar con Dios y escucharlo) con fe, y en situaciones incómodas (por ejemplo, en un banco de la iglesia sin recostar la espalda); retrasar la bebida (es decir, pasar sed); retrasar la comida (es decir, pasar un ratito de hambre); sonreír a los cargantes (es decir, a los que nos caen mal) y en general a cualquiera que se nos ponga delante……Soportar el calor o el frío con reciedumbre (es decir, sin quejarse).Y más……..

Como veréis, todas las mortificaciones requieren un esfuerzo personal.  Puede ocurrir que Dios le pida a alguno de nosotros el uso de las disciplinas o del cilicio, instrumentos de mortificación de siempre, que actualmente siguen utilizándose, y no pasa nada si la persona que los usa está bien orientada es su vida espiritual. Repito, no hay que asustarse, pues los entrenamientos deportivos suelen requerir más y mayores esfuerzos.

Por último, hay que tener en cuenta que hay muchos cristianos en el mundo que, por defender su fe, están sometidos a torturas, a todo tipo de violaciones y crímenes, pasan hambre y sed, pierden sus casas, sus bienes y la finalmente la vida. Ante estas mortificaciones tan graves y profundas podemos llegar a pensar que no podemos hacer nada por ellos. Sin embargo, hagamos las mortificaciones que hagamos, las que nos hayan orientado, acompañadas de más oración, serán del agrado de Dios y se repartirán también para aliviar a los cristianos perseguidos de hoy mismo.