14 enero 2014

Una discusión acalorada

La gata sobre el tejado de zinc, obra predilecta de su autor Tennessee Williams, fue llevada al cine en el año 1958 (USA) con gran éxito, como ya sabemos. Sin embargo a pesar de que su estreno se produjo en aquella fecha, 56 años después, los temas que desarrolla son los mismos temas de siempre, es de decir de hoy mismo, la codicia, el egocentrismo, el amor, el cariño, el respeto, las envidias, los bienes y las herencias… todos esos temas que unen, y a la vez desunen con gran dolor. 

La película, que hemos vuelto a ver recientemente, nos mete en un cine que no está de moda, pues no hay efectos especiales, no hay carreras de coches, ni policías ni ladrones, ni futuros ni fines del mundo. Es la clásica película con un fuerte y un auténtico diálogo, en el que en muchas ocasiones te quisieras entrometer para ayudar o aclarar algunas cosas, como si tu ya las hubieras vivido.

El guión de la película, desarrollado con gran carácter y fuerza gracias al elenco de los actores, nos sitúa en un sofá en medio del salón, o en una silla del trastero o tal vez en una butaquita de una de las habitaciones, lugares donde transcurren los acontecimientos. Tiene gancho, te invita a escuchar y seguir toda la discusión familiar, muy acalorada, con todos sus elementos, ataques, insultos, faltas de caridad constantes, desconfianzas, frustraciones, ausencias de diálogo, etc. No obstante, a pesar de todas las cosas, cada personaje evoluciona hacia donde su corazón, y en su fondo, quería ir. El patriarca, enfermo al fin, lo que quiere saber es lo que le ocurre a su hijo, alcohólico; el hijo lo que quiere de verdad es que su padre le de cariño en lugar de un montón de acres de tierra; la esposa de éste lo que quiere es que su marido la escuche y vuelvan amarse como el primer día; la esposa del patriarca quiere olvidar siempre y no escuchar, como si nada hubiera pasado; y el otro hijo, el que parecía más fiel, lo que quiere es heredar los acres de tierra. Intereses creados y personales, buenos y malos, ruines o altruistas, toda la humanidad entera metida en esos personajes.

No obstante, no se trata solo de una discusión encendida, pues cuando casi todo parece perdido, se produce una inflexión llena de esperanza, como ocurre en muchos casos en el seno de las familias: más de uno le da al otro una nueva oportunidad de volver a empezar la relación de amor y cariño que todos desean, empezando por algo muy importante: perdonando.

Sin lugar a dudas el guión de un novelista en boga, unos actores en su espléndida belleza y profesionalidad, y otros actores aunque secundarios realmente poco secundarios, hicieron de esta película un documento para la historia. Incluso hoy, 56 años más tarde, es recomendable, para adultos ávidos en un tipo de cine para la reflexión y con espíritu de mejora.