Los pecados contra la sexualidad
natural no son algo de nuestro tiempo sino una tendencia propia de la
naturaleza humana, que se frena utilizando la voluntad. Los deseos
sexuales son algo completamente natural, y por lo tanto en sí mismos no son
malos. Pero poner el freno a esa posible satisfacción física es también gozoso
porque es el resultado del autocontrol, el dominio de uno mismo, que
elevándolo al orden sobrenatural, es un triunfo a nuestras luchas diarias.
No obstante, en ese combate
personal aparecen tentaciones relacionadas con la sexualidad impropia, es
decir, aquella que se desarrolla en un entorno contra natura, como por ejemplo satisfacer
el deseo sexual con animales. O con personas del mismo sexo. También aquella
que se desarrolla con personas de diferente sexo por promiscuidad,
falta de control en las pasiones, ignorancia, enfermedad, etc. Por último, la
masturbación en si misma, con o sin ayuda de cosas, objetos o animales. En fin,
unas experiencias que nada tienen que ver con el amor esponsal entre un hombre
y una mujer, en el cual se desarrolla una sexualidad abierta a la vida, por
amor y también con el interés de satisfacer el placer sexual, individual y mutuo.
Aún y a pesar del propio matrimonio, el atice de las tentaciones también puede
aparecer: intentos de cambio de pareja consentido, masturbaciones de
ensoñaciones con otra persona, visión de películas porno en pareja para estimular nuevas
experiencias que embrujen las propias, y más!
Si nos remontamos a diez o doce
siglos antes de Cristo, al libro bíblico del Deuteronomio, atribuido a Moisés, leemos
como Moisés le recuerda al pueblo de Israel, liberado de la esclavitud de
Egipto, las maldiciones de Jahvé por conductas reprobables antes de entrar en
la tierra prometida. Entre muchas ellas leemos: (Deuteronomio 27)
Las doce maldiciones
27:14 Los levitas tomarán la palabra y dirán en alta voz a todos los hombres de Israel:
27:15 Maldito sea el hombre que hace un ídolo tallado o de metal fundido —abominación para el Señor, obra de un artesano— y lo guarda en un lugar oculto. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:17 Maldito sea el que desplaza los límites de la propiedad de su vecino. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:19 Maldito sea el que conculca el derecho del extranjero, del huérfano o de
27:20 Maldito sea el que se acuesta con la mujer de su padre, porque de esa manera descubre el borde de la manta de su padre. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:22 Maldito sea el que se acuesta con su hermana, la hija de su padre o de su madre. Y todo el pueblo responderá: Amén.
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27:24 Maldito sea el que mata ocultamente a su prójimo. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:24 Maldito sea el que mata ocultamente a su prójimo. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:25 Maldito sea el que se deja sobornar para quitar la vida a un inocente. Y todo el pueblo responderá: Amén.
27:26 Maldito sea el que no respeta
ni cumple las palabras de esta Ley. Y todo el pueblo responderá: Amén.
Todo este panorama pecaminoso va
construyendo unas estructuras de pecados, algunos de ellos de sexualidad dentro
y fuera del matrimonio. Sabemos que el adulterio es pecado mortal, pero también
lo son otras experiencias relacionadas con la sexualidad, como las
citadas.
Por ello es bueno tomar el control
de uno mismo, cuidar el matrimonio cada día, despertar la lívido natural creada
en el propio matrimonio, no buscar experiencias de película, estar alerta en
las vacaciones, las fiestas, las excursiones, la playa, las piscinas, etc. de
lo que pronto disfrutaremos, pues con el calor las tentaciones pueden aumentar.
El cambio de actividad del verano ha de ser un tiempo para unirse más y
redescubrir en el cónyuge aquello que habíamos olvidado.
*El cuadro: El carro de heno, de El Bosco