A lo largo
del año litúrgico, la Iglesia ha establecido unos parones importantes. Uno de
ellos es el tiempo de Cuaresma que concluirá con el domingo de la Pascua de
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En este corto espacio de tiempo, unos
40 días, la Iglesia pide a los católicos dos días de ayuno y abstinencia (el
miércoles de ceniza, primer día de la cuaresma, y el Viernes santo, a tres días
de la Pascua). Y además, todos los viernes de Cuaresma hacer abstinencia.
Poco es
que dos días al año comamos menos, y que seis viernes al año no comamos todo
aquello que sea carne. Pero aun siendo poco, nos puede costar. Por eso, todo
eso que nos cuesta hacer o dejar de hacer podríamos llamarlo mortificación,
siempre que nuestra intención sea agradar a Dios.
No hay
que asustarse con esto. Siempre, antes y ahora, el cristiano que quiere
mortificarse y ofrecerlo a Dios, debe consultarlo con el director espiritual de
su confianza, es decir, con el sacerdote católico que conozcamos. Si no conocemos
a ninguno en especial, podemos acudir al rector de la parroquia donde habitualmente
oímos la misa del domingo. Y santa paz, si nos dice que con lo que hacemos ya
vamos bien, pues cada uno en su circunstancia ha de hacer lo suyo.
Jesús
nos invita a hacer penitencia, nos pide que atravesemos su pasión con
sacrificios y mortificaciones. Pero todo esto hoy en día muchas personas lo han
dejado de lado. El bienestar es lo que ahora se busca. Sin embargo, para llegar
a Cristo, la mortificación es el atajo. Y se dice que se conocen pocos santos
porque hay pocos mortificados. Sor Lucía, una de los tres pastorcitos que vio a
la Virgen en Fátima (Portugal), dejó escrito un libro de práctica teológica con
llamadas al sacrificio. Téngase en cuenta que cuando se produjeron las
apariciones de la Virgen eran niños y entendieron perfectamente en qué consistían
las mortificaciones pues Nuestra Señora se los explicó, cuestiones que han
quedado recogidas en los libros de Sor Lucía. No ha de extrañarnos en ningún
sentido que a nuestros hijos y nietos se les puedan proponer alguna mortificación
propia para la edad….dejar de tomar golosinas, ver menos la televisión, usar
menos la tablet, renunciar a una
merienda, por ejemplo, en especial esos días que a los mayores la Iglesia nos
pide otros esfuerzos.
¿Qué
mortificaciones podemos hacer los adultos? En primer lugar, cumplir muy bien
con nuestros deberes familiares, profesionales y de la vocación, haciendo en
cada momento todo con visión sobrenatural. Os aseguro que se trata de un esfuerzo
tremendo. Hemos de saber también lo que Dios espera de cada uno de nosotros. A
modo de tirón de ejemplos: huir del pecado de gula (es decir, comer menos);
huir del de avaricia (hacer limosna y donativos a entidades católicas, a la
misma parroquia, por ejemplo); hacer oración cada día (es decir, apartarse un
ratito en silencio para hablar con Dios y escucharlo) con fe, y en situaciones
incómodas (por ejemplo, en un banco de la iglesia sin recostar la espalda);
retrasar la bebida (es decir, pasar sed); retrasar la comida (es decir, pasar
un ratito de hambre); sonreír a los cargantes (es decir, a los que nos caen
mal) y en general a cualquiera que se nos ponga delante……Soportar el calor o el
frío con reciedumbre (es decir, sin quejarse).Y más……..
Como
veréis, todas las mortificaciones requieren un esfuerzo personal. Puede ocurrir que Dios le pida a alguno de
nosotros el uso de las disciplinas o del cilicio, instrumentos de mortificación
de siempre, que actualmente siguen utilizándose, y no pasa nada si la persona
que los usa está bien orientada es su vida espiritual. Repito, no hay que
asustarse, pues los entrenamientos deportivos suelen requerir más y mayores
esfuerzos.
Por
último, hay que tener en cuenta que hay muchos cristianos en el mundo que, por
defender su fe, están sometidos a torturas, a todo tipo de violaciones y
crímenes, pasan hambre y sed, pierden sus casas, sus bienes y la finalmente la vida. Ante estas
mortificaciones tan graves y profundas podemos llegar a pensar que no podemos
hacer nada por ellos. Sin embargo, hagamos las mortificaciones que hagamos, las
que nos hayan orientado, acompañadas de más oración, serán del agrado de Dios y
se repartirán también para aliviar a los cristianos perseguidos de hoy mismo.