29 junio 2014

Actos de amor

¡Qué sufridores son algunos maridos! sin dejar de menospreciar lo que sufrimos muchas esposas con las cosas de ellos. Sin embargo la complementariedad entre las unas y los otros es lo que hace perdurar la madurez matrimonial.

Sin ir más lejos, respecto del deporte de equipo con pelota rodando que todos sabemos que mueve a las masas, compuestas en su mayoría por hombres que se sulfuran, que gritan, que vocean, que se lo pasan bomba con su equipo y se malhumoran cuando pierde, ahí estamos nosotras, sufridoras, siguiendo las noticias del mercado de jugadores, la lista de pichichis y de los mejores goleadores, los colores de las equipaciones, el suben-bajen de la liga, los ataques a los colores del contrario, los cambios de mister, de capitanes, de presidentes, de colegiados, de los colores de las zapatillas de los porteros, de las palabras malsonantes de alguno que ha perdido el norte en mitad del juego, la complicación que supone entender las competiciones internacionales, los periodistas de una bando o de otro, las lágrimas del perdedor… en fin qué os voy a decir. Pues todo esto, aunque nos pueda interesar realmente poco a algunas esposas, forma parte del querer matrimonial para poder convivir con una de las pasiones del esposo. Aquí no vamos a añadir las idas y venidas de médicos y centros hospitalarios, pues en esto sufrimos ambos cónyuges.

¿Y ellos?, ¿De qué cosas, sufren por nosotras? Hay tantos ejemplos, que se me hace difícil empezar ni tan siquiera una lista de aproximación. Sin embargo, puedo poner un ejemplo. Imaginaros que a pesar de los años, a ti te gusta el ballet, (o las Sevillanas…) y además, a pesar de los años, te has vuelto a poner el maillot y las zapatillas de media punta, y recibes clases. Llegado el fin de curso lectivo escolar,  también hay festival de fin de curso de ballet (o de Sevillanas). Y como pintas canas, actúas de presentadora del acto, ataviada para la ocasión como si se tratara de un evento que proyección televisiva. Ahí estás tú, en tu momento estelar, presentando el acto, y saliendo al escenario en varias ocasiones. Y, por esos escasos minutos magníficos de gloria, tu marido, paciente entre los pacientes, ha de tragarse todo un festival de niñas y jóvenes bailando para que sus papás estén contentos y ellas se preparen para un futuro profesional, más o menos inmediato. Él pensará que es un rollo morrocotudo, primero porque no le gusta el ballet ni las sevillanas, segundo porque ninguna de las niñas ni jóvenes son de la familia, y tercero, porque él ya te ha acompañado a diversos teatros a ver ballet y está ciertamente saturado. Sin embargo, llegó al teatro puntualmente, aparcó el coche en buen sitio, el coche no se lo llevó la grúa y además fue muy objetivo a la hora de aplaudirte. Por ende, volvisteis a casa juntos, muy contentos.

En fin, ellos y nosotras somos sufrientes, siempre hacemos algo, o nos gusta algo, que el otro soporta por amor. Estas cosas son realmente actos de amor, que no han de cambiarse por nada, pero que es necesario recordarlos para seguir haciéndolos y alimentar de amor día a día el Matrimonio.