20 mayo 2013

Educar a una mujer es educar a un pueblo


La sabiduría popular está basada en la mayoría de los casos en la repetición de las cosas de la vida cotidiana, y que con gran observación y agudeza se transmite de generación en generación. Por ello nos puede seguir ayudando a entender las cosas más elementales y cotidianas. Sin embargo, hoy en día, el cientifismo, es decir, la imposición de la afirmación de que solo es real todo aquello que se puede medir, pesar y contar, nos embarca en grandes teorías que nos agobian como callejones sin salida.

En ese sentido, una amiga me regaló una frase que su sabia abuela le había transmitido con bastante insistencia: Educar a una mujer es educar a un pueblo. Cuántas veces hemos visto, oído y leído cómo la revolución de la mujer en el siglo XX ha supuesto el motor de muchísimos, y no siempre positivos, cambios para la sociedad. 

Podemos destacar, el aborto del que ya hemos escrito en otras ocasiones, está llevando al declive de la sociedad actual al legitimar la autodestrucción del propio ser humano. También, el divorcio y las rupturas matrimoniales, que en muchas ocasiones su origen proviene de la exigencia de la mujer consistente en que el hombre cambie el rol que tenían sus antepasados por el mero hecho de casarse. Y más recientemente, las discusiones entre el marido y la mujer, debido al incumplimiento de alguno de los dos de aquellos encargos domésticos, medidos al milímetro y escritos en una hoja de “Excel” para llevar la cuenta del uno y de la otra y viceversa, sin cesión por ninguna de las dos partes; o debido,  en su caso, a que la mujer cree que la igualdad está ceñida a una hoja “Excel”….

Y más cosas por el estilo. 

Si el mundo cambió porque nosotras hemos salido del trabajo del hogar para estudiar, mandar o ser soldados, también podemos, ahora, avanzar en el amor a la vida, a la propia y a la ajena, empezando por la del no nacido, y por quien nos ofrecimos enteramente cuando nos casamos, nuestro marido. Si enseñamos en la familia el valor del amor por el amor, y no por el del resultado final de un listado de tareas, si lo transmitimos sin miedo pero respetando al otro, y haciéndonos respetar, resurgiríamos de este declive social porque el egoísmo nos está autodestruyendo. Para que el mundo mejore, hemos de empezar cada una y cada uno en el si de su familia y de su trabajo, y ¡todo irradiará a nuestro alrededor!

Gracias, Begoña

18 mayo 2013

El costumbrismo en el cine



Enamorarse a primera vista es ese corto circuito que se produce en el cruce de dos miradas que se desean al instante. Eso le pasó a Sean Thornton (John Wayne) cuando vio a la pelirroja, pecosa y temperamental Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara). Pero no lo tuvo fácil. Sean Thornton había nacido en una bella y verde población de Irlanda, Inisfree. Poco tiempo después su familia se trasladó a Estados Unidos. Pero en un momento dado de su vida, Sean decide regresar a aquel lugar, del cual tenía un profundo recuerdo transmitido por su madre. Al poco de llegar a Inisfree, se creó una gran expectación por el recién llegado, y le nació su primer y gran enemigo, el hermano de Mary Kate.

A lo largo de la película The Quiet Man (Un hombre tranquilo, 1952) del gran director americano Jhon Ford, se suceden una serie de acontecimientos, pequeños, pero indicativos del arraigo de las costumbres locales, tan importantes para las personas de Inisfree como incomprensibles para Sean, un hombre tranquilo y pacífico. Esas costumbres, como por ejemplo pedir permiso al hermano mayor (en ausencia del padre) para poder iniciar una relación o noviazgo, o bien aceptar la dote, le harán enfrentarse a su pasado complicado y que a veces le impide defender lo que más ama.  De alguna manera y a través de la película, podemos ponernos en la piel de las familias que tienen sus costumbres arraigadas desde hace muchas generaciones, las cuales son tan importantes y tan fuertes, que aun amándose los novios con locura, impiden la celebración de un matrimonio o incluso la consumación de éste.

The Quiet Man tuvo dos oscars, a la mejor fotografía y al mejor director. Jhon Ford sin duda incide en la relación más o menos conflictiva que existe entre los católicos y protestantes de aquellas verdes y húmedas tierras irlandesas. La película forma parte de la historia del buen cine. Y sus dos protagonistas, los podemos contemplar en uno de sus mejores celuloides. 

15 mayo 2013

Custodiar la familia


Ser custodios de la familia, es cuidarnos unos a otros, es decir, seguir el mandato de la caridad, junto a toda la creación que Dios nos entregó para vivir en ella y gracias a ella. En ese sentido, Su Santidad el Papa Francisco, en la santa misa de la imposición del palio y la entrega del anillo del pescador al inicio de su ministerio petrino, el pasado 19 de marzo de 2013, en la homilía incidió en el tema de la familia y la relación entre sus miembros, basada en el amor:

“Pero la vocación de custodiar no sólo nos atañe a nosotros, los cristianos, sino que tiene una dimensión que antecede y que es simplemente humana, corresponde a todos. Es custodiar toda la creación, la belleza de la creación, como se nos dice en el libro del Génesis y como nos muestra san Francisco de Asís: es tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. En el fondo, todo está confiado a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Sed custodios de los dones de Dios."

"Y cuando el hombre falla en esta responsabilidad, cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido. Por desgracia, en todas las épocas de la historia existen «Herodes» que traman planes de muerte, destruyen y desfiguran el rostro del hombre y de la mujer.”

"Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para «custodiar», también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura."

13 mayo 2013

Acordaos ¡Oh piadosísima Madre!


Hoy, día 13 de mayo, en el corazón del mes de María, celebramos la advocación de la Virgen de Nuestra Señora de Fátima. Su santuario está en la población de dicho nombre, en Portugal a 116 Km. de Lisboa.  Es un día para recordar que Nuestra Madre del cielo nos ayuda siempre, y todos los cristianos católicos tenemos ese gran regalo de Dios, que es su Madre. Todavía no es dogma pero sabemos que sin haberse declarado por la Iglesia oficialmente, es intercesora y mediadora de todos porque 

Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro haya sido abandonado de vos. Animado en esta confianza a vos también acudo ¡Oh Madre, virgen de las Vírgenes!, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer antes vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de Dios! nos desechéis mis súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén”. *

*oración de san Bernardo

12 mayo 2013

Los padres abortistas

Del aborto ya sabemos que es un crimen porque cuando las mujeres deciden abortar, lo hacen porque llevan una vida dentro de su cuerpo; si no hubiera vida no procurarían medios para matarla. Es tan obvio como innegable. Pero ¿qué podemos decir de ese hombre que fecundó a la mujer? ¿Qué papel tiene a la hora de decidir entre la vida y la muerte de esa vida que ya está el útero de la mujer con la que yació? 

Se dice muchas veces que los hombres no han de intervenir en ello, porque la mujer es libre de decidir y de hacer lo que le de gana con su cuerpo. Además, muchos hombres lo que no quieren son complicaciones e incluso pagan para que ese problema se resuelva, al igual que madres y padres de esa chicas jóvenes que no saben qué hacer. Además la política está muy enturbiada con este tema, cuyos protagonistas dicen muchas tonterías, la mayor parte por desconocimiento. Recientemente oí como una diputada al Congreso enarboló que “ni ministros ni obispos dirán a las mujeres lo que han de hacer.” Pero aun pudiendo ser así, hay algo que siempre habla: la conciencia que nunca se podrá tapar ni apagar del todo.

Así que ya surgen resultados de las conciencias, pues muchas mujeres con el tiempo observan que no han podido superar aquel trauma del aborto, pues no pueden superar el horror de haber procurado la supresión de la vida de su hijo en su propio vientre. A su vez, también surgen voces masculinas, padres que lo fueron pero pagaron para no tener que asumir una responsabilidad que no les venía a cuento. Podemos citar el caso conocido en Estados Unidos de Chris Aubert, que en más de una ocasión, considerándolo irrelevante, pagó para que abortaran sus novias. Sin embargo después de su conversión, es un gran luchador por la vida y ahora es un feliz padre de familia. El nos invita a ver las ecografías que les hacen a las mujeres gestantes para ver el rostro de ese hijo o hija. Y nos pide que reflexionemos, a ver si somos capaces de seguir adelante con el crimen.

09 mayo 2013

¿Qué hay que hacer antes de casarse?


Cuando estos novios, enamorados, deciden emprender una vida juntos, y son católicos, o lo es uno de los dos, se les abre un abanico de dudas que hasta la fecha no se habían planteado. Hoy vamos a ofrecer unas cuantas respuestas generales.

  1. Al ser católicos, ya frecuentan una iglesia o parroquia del lugar donde viven: el primer paso es pedir consejo e información al sacerdote del que reciben dirección espiritual o aquel al que se le tenga confianza, que es lo mismo. Éste explicará los trámites que hay que hacer. 
  1. Uno de los más importantes es recibir formación: hacer un curso o cursillo de preparación al matrimonio. Se aprenden muchas cosas y abre los ojos para la futura convivencia. En más de una ocasión, una pareja se ha roto a lo largo de ese cursillo, al acabarlo o antes de celebrar ese pretendido matrimonio, lo cual es mejor que un matrimonio mal entendido. 
  1. Hay que elaborar un Expediente Matrimonial: normalmente se pide el certificado de nacimiento y el certificado de bautismo, el cual se ha de pedir en la parroquia donde cada uno de los novios fue bautizado. Tiene una vigencia máxima de seis meses. Concluido el cursillo y completado el Expediente Matrimonial que cada uno de los dos tiene que hacer con el rector de su parroquia y firmado por éste, se han de llevar a la iglesia donde se contraerá el matrimonio. 
  1. Si hay cambios de diócesis, el rector de la parroquia de cada uno de los novios, indicará si hay que hacer algún trámite especial. 
  1. No hay que aventurarse en escoger un lugar muy bonito sin saber qué sacerdote bendecirá el enlace, y sin saber si en el lugar, aunque sea una iglesia, se podrá celebrar el matrimonio. Hay lugares donde el párroco o el obispo no otorgan el permiso para su celebración. 
  1. Ya tenemos la documentación, el lugar, la fecha, la preparación, y continúa el amor encendido: unas semanas o días antes de la celebración hay que reunirse con el sacerdote que lo celebrará para concretar todos los aspectos, el espiritual, el litúrgico y el estético.

06 mayo 2013

Para ayudar a la Iglesia en España

Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios* así nos lo enseñó Jesucristo. Sin embargo, nos duele a unos ciudadanos tener que pagar cada vez más impuestos debido a que otros han vaciado –impunemente de momento- la tesorería del país.

Mientras la Administración de la Justicia trabaja y se aplica mucho en resolver todos los entramados de corrupción y de estructuras de pecado de diversas índoles, si estamos obligados a ello, prepararemos la Declaración del Impuesto sobre la Renta del año 2012. En la campaña “Portantos”, nombre que recibe el Programa Para el Sostenimiento Económico de la Iglesia, que promueve la Conferencia Episcopal Española, se nos propone lo siguiente:

“Si el declarante decide marcar las dos casillas, suceden dos cosas. Primera, que el declarante no va a pagar más ni le van a devolver menos que si hubiera optado por cualquiera de las otras tres posibilidades. Por tanto, sin ningún perjuicio económico, el declarante puede marcar las dos casillas. Segunda, el Gobierno entregará un 0,7% a la Iglesia católica y otro 0,7% a los llamados “otros fines sociales”. No se reparten la mitad del 0,7% para cada uno”.

Ahora hay que decidir qué hacer: poner dos “X” o una “X” por lo menos! pues toda ayuda a la Iglesia Católica, directamente o a las entidades que patrocina, es y será bienvenida.

Y por supuesto rezar para que estos bienes, tanto los que recibe el Estado como los que recibe la Iglesia, se administren adecuadamente y con visión sobrenatural.

* Evangelio de san Lucas 20: 25, y Evangelio de san Mateo 22:21