El
director de esta película, el señor Gus Van Sant, recibió abucheos y críticas
en el estreno del film en el Festival de Cannes del año 2015. El director llevó
a escena un guion sobre el suicidio, del género “drama” y de “misterio”, un misterio
que es más “inquietud” por ir descubriendo lo que le ha pasado al personaje o
bien lo que ocurrió para que llegase a no querer ni a su propia vida.
El
tema central son las desavenencias de un matrimonio que tiene momentos duros y
rupturas, y también momentos de reencuentro y de amor profundo. Se irán
despejando las historias personales, al mismo tiempo que nuestro personaje,
interpretado por Matthew McConaughey, ya citado en este blog en otras
ocasiones, se encuentra dentro de un bosque del que no se puede salir, por su
frondosidad, con otro hombre en igualdad de condiciones que él pero que después
de reflexionar quiere salir de ese mar de árboles del suicidio.
No
está rodada en el Japón, aunque hagan referencia a un bosque siniestro de ese
país y que el segundo hombre sea japonés. Efectivamente la película refiere
unos asuntos convencionales de la vida, el amor, el matrimonio, los hijos, los
fracasos, los adulterios, el perdón, la rabia, el dolor, etc. Por eso, por
hacer reflexionar y pensar en temas comunes de las personas puede herir
sensibilidades, especialmente la de los críticos poco dados a aplaudir las
películas de guiones de asuntos corrientes.
No
es un film para pasar el rato. Ni tampoco la traducción española del título “El bosque de los sueños” (The Sea of
Trees) merece ningún aplauso. Sin embargo, es una película interesante. Plantea
unas situaciones personales que a algunas personas les lleva al suicidio y a la
vez ofrece una reflexión para no llegar a ese extremo tan tremendo. En ningún caso,
el guion hace referencia a la ausencia de soledad cuando uno está cerca de
Dios. Pero es una película que te ayuda a entender a muchas personas que están
alejadas de Dios, es decir, a vislumbrar ese vacío en el que viven.