Una buena película no es solo aquella que tiene un gran presupuesto o renombrados artistas o un magnífico guión, para mi una película que valga la pena es aquella que transmite valores humanos positivos, aquellos que hoy en día parece que vayan a la baja. A pesar de lo que digan, siempre hay una historia humana sorprendente, que bien explicada te sucumbe en la butaca del cine o de tu casa.
Cuando vimos Hasta donde los pies me lleven (So weit die Füße tragen) que relataba la historia de un soldado alemán que se fugó de un campo de concentración siberiano, que caminó durante tres años, volviendo por Persia hasta regresar junto a su familia en Alemania, observas cómo, más allá de tus ojos, hay personas fuertes, audaces, capaces de lo imposible, luchadoras por conseguir volver a su hogar.
Recientemente hemos visto otra del mismo estilo, y muy recomendable, como la anterior Camino a la libertad (The Way Back). También aquí nos situamos en el frío siberiano; unos polacos y un americano huyen de un gulag, atraviesan Siberia, Mongolia, y en el Tibet se sienten por fin libres. Y siendo las dos historias humanas, impresionantes y reales, en esta última el polaco que los conduce es el protagonista de la bondad. Había sido detenido y deportado porque su esposa le delató, bajo presión. A pesar de esta vil o extraña acción que cualquiera pueda pensar que está vacía y vaciada de amor, el esposo, el sufridor del gulag, siempre la disculpa pues piensa que si fue así es porque la habrían torturado. Él siempre, y a pesar de las circunstancias que sufre en la huida, a los largo de más de 6000 Km .! a pie, ha confiado en ella y en su amor, y tiene razón como podremos comprobar.
Así es o así tendría que ser, que el matrimonio esté basado no solo en el amor sino también en una confianza ciega y mutua absolutamente.