Todas las personas necesitamos un
tiempo de serenidad y paz, ese séptimo día en el que Dios descansó después de
crear el mundo. Es un tiempo de descanso para cambiar de actividades, darnos un
respiro para nuestra familia y para nosotros mismos. Por ello me ha contrariado
enormemente la situación que han vivido tantísimas personas en los últimos días
debido a la mala gestión de la empresa Vueling. Hemos de comprender que nuestro
trabajo profesional, directa o indirectamente, revierte en la sociedad, en
personas con nombre y apellidos, con derechos y obligaciones. Pero debido a aquella
avaricia que rompe el saco o a aquella ineficacia a la hora de resolver los
problemas, se envía al traste los proyectos de esas personas que habían
depositado su confianza en tal o cual empresa.
Ese es el daño moral, difícil de ponderar,
al que tendrá que responder Vueling. El descanso es un derecho, el cual costó
mucha lucha laboral y también en las familias. Ese coste humano generó muchos sufrimientos.
Ahora el descanso lo pagan las empresas a sus empleados. Por ello, las llamadas
empresas de servicios no han de tontear en sus planificaciones y gestiones pues
revierte directamente en personas, en ¡familias! Se han de dar cuenta de eso. Hemos visto
imágenes de gente agresiva que también tendría que apagar su ira de otro modo,
pues los empleados que dan la cara no es quien toma las decisiones.
En fin, a descansar y a viajar los que
puedan, sin dejar avisos en las redes sociales de cuando lo haces para que no
te desvalijen tu casa. El hogar hay que protegerlo. Cierra todo. Di que te vas
solo a personas de tu confianza y entorno familiar. Y a pasarlo bien, ¡¡con
Dios!!