El Matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida
Un matrimonio joven
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De interés de mi blog, un blog con aire
fresco, lleno de juventud y de ilusión por el inicio del camino con aquel que
hizo posible que su amor le hiciera feliz para siempre. Me gusta. ¡Me rejuvenece!
El matrimonio se cimienta: 1. Primero en Dios, después de Él los demás y, por último, yo. 2. Luego, en el amor. No se trata solo de la atracción física y el enamoramiento, sino también en quererse tal como se es o se llegue a ser. 3. Le sigue el respeto, la no violencia ni psíquica ni física. 4. La confianza, esa cualidad de saber que la sinceridad es lo que rige entre vosotros: ni una sola mentira, ni antes ni después de casarse. 5. La comunicación, es decir, dialogar, escuchar, ceder y rendirse. 6. La fidelidad, tu y yo, ambos para siempre, el uno con ella y ella con él para toda la vida. 7. Y el compromiso, que significa la entrega total, como broche de oro.
Releer los textos del Magisterio de la Iglesia abre siempre luces en nuestra alma y en nuestro corazón sensible. Por ello es muy recomendable volver a ellos para hacer un repaso o iniciar una lectura interesante. Hoy proponemos la Encíclica Humanae Vitae la cual se centra en el tema de la transmisión de la vida, concedida a los esposos como colaboradores de Dios. Esta encíclica la publicó Su Santidad Pablo VI el 25 de julio de 1968. En los puntos 8 y 9 el Papa escribe sobre el amor conyugal al cual le atribuye las características de: amor humano, total, fiel y exclusivo hasta la muerte, y fecundo. Estos aspectos básicos nos pueden llevar a la reflexión interior de cómo vivimos en el seno de nuestro matrimonio estas características que lo conforman. El amor conyugal 8. La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente suprema, Dios, que es Amor, "el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tier
En la relación conyugal hay un beso muy amoroso y cargado de simbología. Se trata de un acto sensible que trasciende más allá de la propia acción de besar. Me refiero a besar el anillo que nos intercambiamos los esposos en el momento del enlace matrimonial, en aquel “sí quiero” que nos dimos cuando nos casamos. En aquel intercambio, nos dijo el sacerdote que el anillo era prueba de la alianza que establecíamos, desde aquel día y para siempre. Por lo que el anillo no es pues un adorno ni un abalorio, es un objeto que nos difiere de los solteros o de los consagrados al celibato apostólico o de los sacerdotes como prueba de nuestro compromiso conyugal. Y tanto es así que cuando se rompe la relación matrimonial, una de las cosas que se hace es quitarse el anillo, guardarlo, devolverlo, lanzarlo por la ventana, venderlo, es decir, desprenderse de ese objeto que simboliza la unión. En esta tesitura, el beato Papa Juan XXIII , que impulsó el Concilio Vaticano II, tan import