…Un día, ella al levantarse de la cama le dijo a su
marido: Me voy, ya no te quiero. Sin
ir más lejos, llevaban 28 años casados y el amor se había esfumado. Son cosas que pasan, dicen unos; es inevitable, dicen otros; qué aburrimiento! 28 años con el mismo
hombre, dicen algunas; es normal, lo
mejor es cambiar de pareja, dicen muchos y muchas; es comprensible, conclusión de todos y de todas ellas que no creen
en el matrimonio para toda la vida.
Él y ella dejaron enfriar el amor que les había unido,
dejaron de cuidar ese amor que en ellos floreció y ardió cuando se conocieron,
que creció en el noviazgo y les llevó al matrimonio. Pasó el tiempo y después
de enfriarse del todo, el amor desapareció. Ante ello, el planteamiento simple
y egoísta que sobrevino fue ¿De qué me
vale seguir así? Y se dio solo una respuesta: ¡Adiós!
¿Cuántas veces lo hemos visto a nuestro alrededor?
Pero hay más respuestas o posibilidades, incluso en el Ahora que vivimos. La propuesta valiente
y revolucionaria es la de luchar por conseguir renacer ese amor que viviste tan
dentro de ti, mucho tiempo atrás. Es importante el punto de partida, es decir,
querer recuperar al esposo. Lo significativo es querer hacerlo, querer
intentarlo, aunque lo que veamos sean solo defectos en él, caras raras y
sucias, pingos, palabrotas, desaires, desganas, insonrisas. Sin embargo
realmente hay muchas cosas buenas en él que no vemos de momento ni recordamos. Por
lo tanto, se tratará de iniciar una lucha, y habrá de ser constante y paciente;
paciente primero contigo misma, pues el entorno inmediato y todo lo demás puede
que te demuestre que vas contracorriente; pero tu sigue con tu proyecto de
amor, da igual, siempre habrá tiempo para tirar la toalla, decir ¡Adiós! Es lo
último, o mejor dicho, es mejor que ni te lo plantees.
En esta lucha tendrás que pensar que habrás de perdonar.
En ocasiones se tratará de un esfuerzo casi sobre humano que requerirá mucha
humildad. Incluso es posible que te veas más guapa y hasta te surgirá un
pretendiente… en el ascensor de tu trabajo, en la cola de la caja del
supermercado, en un intercambiador de la línea del Metro, en la parada
repetitiva y diaria del autobús… Es decir, al paso te surgirán tentaciones,
desganas de lucha, fracasos nuevos y viejos. Pero tú adelante, sin mirar
atrás. Y si eres de esas personas que todavía no te has puesto a rezar, será el
momento de hacerlo, de acudir a la Virgen Santísima para rogarle que te ayude a
cada paso que des.Insiste a Nuestra Señora y
Madre! ¡Consúltale lo que vas a emprender! Ves a visitarla a una iglesia o a un
santuario para pedirle fuerzas.
Y cuando te sientas abatida, Mira la Estrella, Mira a María.