Rastros de sándalo

La adopción es un acto de amor impresionante. Requiere previamente una renuncia a los deseos y aspiraciones que los padres (padre y madre) habían deseado. Así, el padre y la madre adoptivos, salvo en contadas ocasiones de egoísmos que no se han superado antes del acto de la adopción, se sienten plenamente felices y satisfechos con su nuevo hijo o hija que llega a sus brazos. Pero ¿Y los hijos o hijas adoptados? ¿Qué recuerdo tienen de la separación de sus padres naturales? ¿Cómo fue? ¿Lo tiraron a un cubo de basura? ¿Lo abandonaron en una entidad social? ¿La madre al momento de dar a luz, no quiso ni verlo?... Podríamos hacer cientos de preguntas, y todas las respuestas serían muy tristes. Sin embargo estas preguntas, el hijo o hija adoptados se las hace. Saben que las respuestas serán dolorosas, pero efectivamente, necesitan respuestas, aunque sean felices con los padres adoptivos. Se trata de algo profundo: conocer la propia genealogía, el propio origen familiar, lo cual