26 febrero 2016

Ático sin ascensor

Es el título en España, de la película 5 Flights Up (USA 2014). Las
instituciones o entidades académicas del cine español, a pesar de los años y de los cambios políticos acontecidos,  son fieles a su tradición y cambian los títulos de las películas como algo normal, y en este caso, dicho sea de paso, el nuevo título es muy descriptivo de lo que va a suceder a lo largo de la historia. 

Nos muestra un formato de compra y venta de viviendas con un estilo novedoso para nosotros pero ya consolidado en Estados Unidos. A los americanos les gusta apostar, les gusta competir, parece que sea una cualidad innata en ellos y a la hora de plantearse cambiar de piso o de apartamento, también. Así que Ruth y Alex deciden, después de mucho hablar entre ellos, vender su ático (sin ascensor) y con el dinero obtenido comprarían otra vivienda que merecerá un ascensor. 

Es curioso ser espectador de las jornadas de puertas abiertas de apartamentos puestos a la venta concluyendo el día con un conjunto de pujas muy interesantes, así que la persona que más ofrece, podrá ser el mejor candidato para quedarse con el piso ofertado. Pero, claro, pasan cosas...

En este entramado cotidiano, vas conociendo al matrimonio de Ruth y Alex, los cuales se casaron 40 años atrás. Se quieren, se respetan, se besan, se abrazan y hablan mucho, y ¡cómo no!, se intentan escuchar, es decir, en ellos se dan toda una serie de ingredientes esenciales para que un matrimonio dure muchos años. Se casaron a contracorriente de los deseos de las familias, y ¡ahí están! todavía juntos.

La Keaton (Ruth) y el Freeman (Alex), actores consolidados como sabemos, se lo pasaron muy bien mientras rodaban la película. Ella, con su vis cómica de siempre, sus gafas y gorro habituales, hacía recordar escenas también cómicas de otros films. Y ver a Freeman sonriendo y paciente, al contraste con las películas de policías, ladrones, espías y militares que ha interpretado, resultaba ciertamente sorprendente.


5 Flights Up es una película apta, de vida cotidiana, rodada en New York pero no en Manhattan, agradable y buena para pasar un ratito en tu butaca, sin más complicaciones, junto a tu familia.

23 febrero 2016

Cuaresma en familia

La Cuaresma empezó con la imposición de la ceniza en nuestra cabeza. Fue un acto de humildad del bautizado que se acerca a recibirla y a escuchar las palabras que pronuncia el sacerdote que emplazan a la vida eterna.

Ahora estamos de camino a la Pascua, la fiesta más importante para un cristiano, es decir, la Resurrección de Jesucristo al tercer día de su muerte en la Cruz. ¡Dejemos que el Señor nos transforme el cuerpo por un cuerpo glorioso en este tiempo cuaresmal y de cambio! Es un camino de purificación de nuestra alma y de nuestros actos.

En estos días que quedan, hasta el 25 de marzo de 2016 (día del Viernes Santo) junto a nuestro cónyuge y nuestra familia, podemos vivir momentos de preparación en los que habrá sacrificio, limosna y oración.

La Iglesia nos pide hacer abstinencia de ingesta de carne los viernes, lo que significa que hemos de planificar, con antelación, el menú familiar para esos días. Hay muchas posibilidades de substitución de la carne por el pescado, los huevos o el queso y sus derivados. Por lo tanto solo hemos de hacer previsión de menús para los próximos 5 viernes (incluso el Viernes Santo). Se puede comer una pizza Margarita que solo tiene tomate, queso y orégano; todas las variedades de tortillas de patatas, cebolla y otras verduras; o huevos duros rellenos de atún o de surimi, etc. Podemos tomar toda la pasta blanca, de huevo y de verduras, con tomate y queso, pero ¡sin boloñesa ni bacon! La fruta, la leche, los cereales y los yogures, como siempre… Los potajes de legumbres con verduras, nada de chorizo ni morcilla ni tocino. Es decir, no vamos a tener ningún problema para comer los viernes. Solo hemos de acordarnos de no ingerir embutidos, carnes, aves, etc., y lo que injiramos que sea con moderación. Así, los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo tendrán ese punto de sacrificio tan necesario para seguir adelante con nuestra fe. 

Distinta es la situación de los enfermos, de cualquier edad. Ellos ya sufren, ya tienen su sacrificio en marcha. No hay que cargarles con una obligación que la Iglesia no les pide. Sin embargo, lo que la Iglesia pide a los enfermos es que, desde su lecho, recen. Su oración en el sufrimiento tiene un potencial ilimitado. Podemos encomendar a los enfermos de nuestra familia cosas para que ellos las pidan al Señor, incluso a los niños una pequeña oración al ángel de la guarda será muy aliviante. Pero los que no estamos enfermos, gracias a Dios, también debemos hacer oración. Tratar de amistad con quien sabemos que nos ama como decía santa Teresa de Ávila. Porqué si no hay oración, hay espejismos.

Por último, en Cuaresma la caridad y la limosna han de estar presentes. Los templos, las iglesias, se mantienen por los donativos de sus fieles y de los no creyentes que quieren hacer un acto de desprendimiento. La Iglesia está agradecida y reza siempre por sus benefactores. Sin embargo, a pie de calle, encontramos indigentes, gente que pide limosna. En contraste, sabemos que en España existen y funcionan los servicios sociales de los Ayuntamientos y muchas entidades sociales que actúan con fines sociales, no lucrativos. Y te planteas, o tus nietos te preguntan muchas cosas, ¿Porque hay pobres? ¿Porque no tienen casa? ¿Porque van sucios? …. Y tú piensas.... ¿Han ido a los servicios sociales? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué puedo hacer yo? Hay que rezar por ellos también. Y antes de darles dinero, darles una barra de pan o un paquete de galletas.

*El cuadro: El Descendimiento de la Cruz. Museo del Prado



22 febrero 2016

Las familias con Francisco

Desde Méjico para todo el mundo:
DISCURSO (completo) DEL SANTO PADRE en el Estadio “Víctor Manuel Reyna”, Tuxtla Gutiérrez, este lunes 15 de febrero de 2016:

“Queridos Hermanos y Hermanas,
Doy gracias a Dios por estar en esta tierra chiapaneca. Es bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Le doy gracias por sus rostros y por su presencia, le doy gracias a Dios por el palpitar de su presencia en las familias de ustedes. Y también gracias a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, las puertas de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.
Manuel, antes de darte gracias a vos por tu testimonio, quiero dar gracias a tus padres, los dos de rodillas delante tuyo teniéndote el papel. ¿Vieron qué imagen es esa? Los padres de rodillas ante el hijo que está enfermo. No nos olvidemos de esa imagen. Por ahí, de vez en cuando ellos se pelean, por ahí. ¿Qué marido y qué mujer no se pelea? Y más cuando se mete la suegra, pero no importa. ¡Pero se aman!, y nos han demostrado que se aman y son capaces, por el amor que se tienen, de ponerse de rodillas delante de su hijo enfermo. Gracias amigos por ese testimonio que han dado y sigan adelante. ¡Gracias! Y a vos, Manuel, gracias por tu testimonio y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Gracias. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando a la familia, soñando, construyendo una vida que tenga sabor a hogar y a familia. ¿Le echamos ganas? [Responden: «Sí»]. Gracias.
Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que, desde los tiempos lejanos, el Padre Dios ha peleado. Cuando parecía todo perdido, esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Y cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Y cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre y nos mandó a su Hijo.
De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?
Porque no sabe hacer otra cosa. Nuestro Padre Dios no sabe hacer otra cosa que querernos y echarnos ganas, y empujarnos, y llevarnos adelante, no sabe hacer otra cosa, porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver a hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos, muchas veces aguados en vino de fiesta, superficial. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre todas las cosas nuevas.
Manuel, vos me pediste que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y andan por malos pasos. Lo sabemos, ¿no? Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, Manuel, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Piensen los padres, piensen las madres: ¿hablan con sus hijos y sus hijas o están siempre ocupados, apurados?; ¿juegan con sus hijos y sus hijas? Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad». ¿Cuántas veces te sentiste señalada, juzgada: «esa». Pensemos en toda la gente, todas las mujeres que pasan por lo que pasó Beatriz. La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte, ya que no sabemos cómo hacer para seguir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso ya es decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Y vos fuiste valiente, Beatriz, gracias. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa y que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero.
Manuel y Beatriz usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es como una polilla que nos va corroyendo el alma, nos va secando el alma.
La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones –como la que Beatriz mencionaba–, se tiene que dar a diversos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia, cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad. Y ustedes se animaron, y ustedes rezan, y ustedes están con Jesús, y ustedes están integrados en la vida de la Iglesia. Usaron una linda expresión: «Comulgamos con el hermano débil, el enfermo, el necesitado, el preso». Gracias, gracias.
Hoy en día vemos, y vivimos por distintos frentes, cómo la familia está siendo debilitada, cómo está siendo cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades y que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento. Y se van inoculando en nuestras sociedades –se dicen sociedades libres, democráticas, soberanas–, se van inoculando colonizaciones ideológicas que la destruyen y terminamos siendo colonias de ideologías destructoras de la familia, del núcleo de la familia, que es la basa de toda sana sociedad.
Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro o la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. ¿Cuántos chicos tenés? «No, no tenemos, porque, claro, nos gusta salir de vacaciones, ir a turismo, quiero comprarme una quinta». El lujo y el confort, y los hijos quedan y, cuando quisiste tener uno, ya se te pasó la hora. ¿Qué daño que hace eso, eh? Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a una familia con rostros maquillados, que no han sabido de ternura y compasión. Prefiero un hombre y una mujer, don Aniceto y señora, con el rostro arrugado por las luchas de todos los días, que después de más de 50 años se siguen queriendo, y ahí los tenemos; y el hijo aprendió la lección, ya lleva 25 de casado. Esas son las familias. Cuando les pregunté recién a don Aniceto y señora quién tuvo más paciencia en estos más de 50 años: «Los dos, padre». Porque en la familia para llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber perdonarse. «Padre, una familia perfecta nunca discute». Mentira, es conveniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato, está bien, no le tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer la paz, porque si terminan el día en guerra van a amanecer ya en guerra fría, y la guerra fría es muy peligrosa en la familia porque va socavando desde abajo las arrugas de la fidelidad conyugal. Gracias por el testimonio de quererse por más de 50 años. Muchas gracias.
Y, hablando de arrugas –para cambiar un poco el tema– recuerdo el testimonio de una gran actriz –actriz de cine latinoamericana–, cuando ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le aconsejaron un «arreglo», un «arreglito» para poder seguir trabajando bien, su respuesta fue muy clara: «Estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho esfuerzo, mucho dolor y una vida plena, ni soñando las quiero tocar, son las huellas de mi historia». Y siguió siendo una gran actriz. En el matrimonio pasa lo mismo. La vida matrimonial tiene que renovarse todos los días. Y como dije antes, prefiero familias arrugadas, con heridas, con cicatrices pero que sigan andando, porque esas heridas, esas cicatrices, esas arrugas son fruto de la fidelidad de un amor que no siempre les fue fácil. El amor no es fácil; no es fácil, no, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí, el verdadero amor, para toda la vida.
Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo. Ustedes, queridos mexicanos, tienen un plus, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana. La Guadalupana quiso visitar estas tierras y esto nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella es madre y está siempre dispuesta a defender nuestras familias, a defender nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas», dándonos a su Hijo. Por eso, los invito –como están, sin moverse mucho–, a tomarse de las manos y decirle juntos a Ella: Dios te salve María….
Y no nos olvidemos de San José, calladito, trabajador, pero siempre al frente, siempre cuidando la familia. Gracias, que Dios los bendiga, y recen por mí.
Y ahora los quiero invitar, en este marco de fiesta familiar, a que los matrimonios aquí presentes, en silencio, renueven sus promesas matrimoniales. Y los que están de novios, pidan la gracia de una familia fiel y llena de amor. En silencio, renovar las promesas matrimoniales y los novios pedir la gracia de una familia fiel y llena de amor.”

¡Gracias! Santo Padre.



20 febrero 2016

Rastros de sándalo

La adopción es un acto de amor impresionante. Requiere previamente una renuncia a los deseos y aspiraciones que los padres (padre y madre) habían deseado. Así, el padre y la madre adoptivos, salvo en contadas ocasiones de egoísmos que no se han superado antes del acto de la adopción, se sienten plenamente felices y satisfechos con su nuevo hijo o hija que llega a sus brazos. 

Pero ¿Y los hijos o hijas adoptados? ¿Qué recuerdo tienen de la separación de sus padres naturales? ¿Cómo fue? ¿Lo tiraron a un cubo de basura? ¿Lo abandonaron en una entidad social? ¿La madre al momento de dar a luz, no quiso ni verlo?... Podríamos hacer cientos de preguntas, y todas las respuestas serían muy tristes.

Sin embargo estas preguntas, el hijo o hija adoptados se las hace. Saben que las respuestas serán dolorosas, pero efectivamente, necesitan respuestas, aunque sean felices con los padres adoptivos. Se trata de algo profundo: conocer la propia genealogía, el propio origen familiar, lo cual es natural y muy importante para la evolución e integración social de cada individuo.

En esta tesitura, se desarrolla la película Rastros de sándalo. Nos sitúa en la India de hace unos 40 años aproximadamente, en una zona deprimida del interior. Allí en una casa muy pobre, nace una niña preciosa, y muere la madre debido al esfuerzo y el desangrado del parto. A partir de ahí, se suceden cosas tremendas. Las mujeres que asisten el parto pretenden matar a la bebé pero su hermana mayor de 6 años la salva y la cuida, hasta que le arrancan la niña y la entregan a un orfanato religioso. La hermana mayor durante muchos años arde en deseos de encontrar a su hermanita. Un día, por fin, le surge una nueva pista que parece más segura que las anteriores, pero está en Barcelona (España), al otro lado del mapa. A pesar de ello, emprende el viaje a esa ciudad.
No os digo más….

En la vida real esta historia sucedió verdaderamente en Barcelona. Sin embargo, los hechos se sucedieron a la inversa. La niña adoptada fue la que buscó a su hermana en la India. La encontró. Y de aquel reencuentro brotó un libro y muchas noticias sobre la adopción.


La película Rastros de sándalo está dirigida por María Ripoll, de la cual ya hemos comentado otras películas. Es apta para todos los públicos y la vi desde mi butaca, pero en esta ocasión, desde el asiento de un tren rápido de largo recorrido en dirección a Pamplona (España). Está llena de rasgos humanos, algunos sorprendentes y contrapuestos por las culturas que se mezclan, incluso puedes percibir aromas y luces diferentes, perfumes y sedas de colores, y te contagia las ganas de bailar. 

08 febrero 2016

Cruz y matrimonio

Se cuenta que en la ciudad Siroki-Brijeg de Bosnia y Herzegovina, en el rito matrimonial se añade el símbolo de la cruz como muestra de que los novios conocen que el matrimonio, además de muchísimas cosas, sensaciones y emociones, comporta Cruz. Para ello, en la ceremonia, los novios estrechan sus manos entre una cruz, normalmente un icono. 

Siroki-Brijeg, se trata, pues, de una ciudad profundamente católica. La fe la viven también en familia, dando ejemplo a los hijos de que se ha de acoger la voluntad de Dios, aunque suponga mucho dolor, aunque suponga la Cruz.

06 febrero 2016

Amor esponsal y misericordia

Se anuncia un amor sin contenido que se llena según lo relativo de cada uno, en cambio el amor de Dios está definido y no en lo relativo sino en lo concreto, en la verdad. La condición de saberse hijos de Dios en todo momento nos lo aclara todo pues la realidad de la filiación divina es condición esencial de los seres humanos. El fundamento de querer hacer bien las cosas es porque somos hijos de Dios, hemos de ser conscientes de ello. Es un modo de ser basado en la verdad. A nuestros hijos los educamos para que sean buenos hijos. Y nos duele que no lo sean. Aquí también Dios nos enseña cómo actuar.

Hay que empezar en la familia a dejarse corregir y a corregir. Se ha de hacer con cariño y si a uno le corrigen sin cariño, agradecerlo igual. Y luego, pisar con más frecuencia el confesionario de un sacerdote católico. Nos preguntaremos primero: ¿De qué me tengo que arrepentir? Podríamos pensar que todo lo hago bien, no hago mal a nadie. Si pienso así, impediré a Dios su acción de perdonar, pues no hay arrepentimiento.

Para vivir bien el matrimonio hay que perdonar y perdonar constantemente, de esa humildad del perdón nacerá el arrepentimiento. Y podremos entender que un Matrimonio no puede estar sujeto siempre a la revisión, es decir, hay que olvidar en la lucha por ser feliz en el matrimonio que, si no sale bien, me divorcio. Pues el compromiso y la entrega han de ser totales. La integridad de la entrega no va midiendo la cantidad sino superando la entrega sin medida.

La Iglesia tiene una necesidad imperiosa, la de que nos unamos fielmente entre nosotros, ayudándonos con amor, siendo respetuosos, rezando, teniendo paciencia con nosotros mismos, con los que no nos entienden y con los que nos han dado la espalda. Hagamos de nosotros mismos una ofrenda, un holocausto en el amor esponsal, con comprensión, poniéndonos en la piel del otro y de los demás.

No esperemos agradecimientos de nadie, pues el Amor se alimenta de Dios mismo. No tengamos miedo de ser firmes en nuestra vocación matrimonial, el Señor está en medio de los matrimonios. No estamos solos, un cónyuge se ayuda a otro. La alegría mutuamente se transmite y se transmite a los demás. Hemos de estar alegres transformando los problemas en agradecimiento a Dios.

En este caminar de ser Misericordiosos como el Padre, renovemos el propósito de comportarnos como hijos de Dios. 
Que se abran las puertas del cielo, te pido perdón Jesús. 

03 febrero 2016

Hombres embrutecidos

En el domingo 6 de febrero de 2016 se realizarán, de forma simultánea en diversas ciudades del mundo, manifestaciones de hombres en aras de reivindicar su masculinidad. Han anunciado los lemas que gritaran: la mujer no puede votar, la mujer no tiene criterios de justicia, su nivel intelectual es inferior al del hombre, y reclamarán que retornen los reyes y los guerreros para dominar el mundo. Si es así, no es de recibo que la masculinidad se pretenda ganar a base de hundir a la mujer.

Pero, además, ¿Cómo es posible que los Ayuntamientos de Barcelona y Granada hayan autorizado este tipo de manifestaciones que son denigrantes para la mujer?

No todo vale, lo hemos dicho muchas veces, pues nada es relativo. Es decir, la verdad no es lo que cada uno diga o piense. No vale que la mujer sea propietaria de su propio cuerpo, exclamado desde la explosión feminista del siglo XX, ni tampoco es cierto que el mejor hombre sea “el colgado”. La ideología de género, perfectamente perversa, impone que entre el hombre y la mujer no hay diferencias y que lo mismo da si eres hombre o mujer, pues puedes ser lo que quieras. Esta mezcla maligna de ideas relativas y de que todo da igual, está creando gravísimos enfrentamientos en el reconocimiento propio, en el propio Yo y del ¿Quién soy yo?

A resultas de ello, surgen peticiones de cambio de sexo en niños pequeños debido a las confusiones gravísimas de los padres, o burradas como las manifestaciones de hombres embrutecidos, convertidos en animales y preparados para una guerra de un enemigo imaginario.


Hemos de reivindicar que hombre y mujer no somos rivales sino complementarios, que no somos oponentes sino consensuadores, que peleamos en el mismo bando. Hemos de respetarnos hombres y mujeres, juntos. De lo contrario, creo que nos hemos vuelto locos reivindicando, unas y otros.