02 agosto 2015

Casarse en St. Petesburgo

El presidente de Rusia, Sr. Putin, considera que la familia está formada de padre, madre e hijos. Esta definición de familia la proyecta a la nación rusa de tal manera que el presidente está promoviendo el aumento de la natalidad por todo el país. Y no es baladí, pues el descenso de nacimientos en la década de los años noventa del siglo pasado, también en Rusia está produciendo en el presente el envejecimiento de la población. Por ese motivo, el Sr. Putin está animando a todos sus ciudadanos que participen de este proyecto, concediendo ayudas a los padres, entre otras cosas.

En ese sentido, hemos observado en nuestros días de vacaciones en St. Petesburgo, ciudad situada al norte de Rusia, que los enlaces matrimoniales han aumentado, no resultando extraño que en los jardines de los grandes palacios de los zares, dentro y fuera de la ciudad o en lugares emblemáticos, se vea a muchas parejas de recién casados paseando y posando para el fotógrafo, tanto durante el fin de semana como entre semana. Y no se trata de una casualidad, sino que es la consecuencia visible de un renacer de la familia, entendida como núcleo natural de la humanidad, y además con gran contenido patriótico. En efecto, en St. Petesburgo no dicen que viven seis millones de habitantes aproximadamente, pues esa cifra no la han alcanzado todavía, sino que están cerca de alcanzarla:
“Ojala St. Petesburgo pueda celebrar el año que viene que ya seamos seis millones de ciudadanos rusos”. Así que en esta breve estancia en esa monumental ciudad, nos hemos congratulado al saber que el matrimonio está en alza y la vida también.


Y ¿qué les ocurre a los novios en esos jardines? Resulta que además de los fotógrafos, acompañan a los novios los invitados (o parte de ellos) y se les ve feliz junto a un séquito de personas vestidas de fiesta que, sorprendentemente en un momento dado, gritan ¡gorca! ¡gorca! ¡gorca! y bajo los gritos, los novios se besan intensamente. Nos explicaron que el grito de ¡gorca! significa amargo y les hace presente que si ese primer beso ahora es dulce, también habrá besos amargos, pues en el nuevo camino, que juntos acaban de iniciar, vivirán momentos dulces y amargos, tal cual es la vida matrimonial en todas partes del mundo.