30 noviembre 2014

7 esposos

El dolor que surge a la pérdida de una persona a la que se quiere sin saber cómo se la quería, se convierte en algo casi patológico pues todo el cuerpo se siente mal, casi enfermo. De ahí que la tristeza, que es una de las manifestaciones básicas del ser humano al igual que el amor, la ira, la alegría, etc., requiera su identificación y en este caso precise un tiempo de curación, o de duelo, hasta que se sea capaz de admitir, en cada célula de nuestro cuerpo, la pérdida definitiva. Sin embargo, aunque la separación con los seres queridos produzca ese estado anímico e incluso físico, absolutamente natural entre las personas que aman, es indiscutible que para los que creemos en la vida eterna, es un gran alivio saber que nuestros difuntos descansan en paz, y que sus almas seguirán viviendo en el estado que hayan meritado, en el purgatorio o en el cielo. También, como sabemos que existe el infierno, lo mejor es rezar por todos los difuntos, pues el destino de las almas es decisión de la misericordia de Dios.

En ese sentido, en este mes de noviembre que hoy termina, las lecturas de la misa nos han hablado de los fieles difuntos, de lo qué pasa después de la muerte, y por supuesto de la resurrección de los muertos, con la última venida de Nuestro Señor Jesucristo glorioso. En este broche quiero destacar el Evangelio de san Lucas (20,27-40), referido a aquella mujer que enviuda siete veces y a Jesús le preguntan qué le ocurrirá a la mujer en la resurrección de los muertos, es decir ¿Junto a cuál esposo estará en el reino de los cielos?

Leamos el texto y la respuesta de Jesús:

"En aquel tiempo, acercándose a Jesús algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer». 

Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven». Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Pues ya no se atrevían a preguntarle nada."


Siendo la resurrección una verdad de fe, la tristeza de aquella pérdida definitiva se irá absorbiendo por el Amor inmenso de Dios, siempre acogidos bajo el manto de la Virgen Santísima.

En el cuadro, San Lucas, el Evangelista. Autor, Doménikos TheotoKópoulos, El Greco

27 noviembre 2014

Tierra de penumbra

Es el título de una película en la que Antony Hopkins interpreta a un profesor de literatura de Oxford, intelectual, pensador, filósofo, buen tutor de sus alumnos, con muchas capacidades de estudio. Sin embargo es incapaz de reconocer en sí mismo la capacidad de amar. Y en esa discusión sobre el amor siempre se va a Dios y se le deja, pues no se entiende que Dios aun siendo Amor, consienta que el hombre, la mujer, la humanidad, sufran de manera indecible. La película es de 1993, está basada en hechos reales y se centra y en la época más trascendente del gran escritor Carl Lewis, o más conocido por Jack, pues era así como le gustaba que le nombraran. Lewis llegó a ser uno de los escritores más leídos del siglo XX, siendo sus obras una auténtica escuela de apostolado de la fe católica, entre ellas el ensayo llamado Tierra de Penumbra o Busqué a Dios y lo encontré.

Ya mayor, Lewis sintió dentro de sí que amaba a una mujer maravillosa, Joy  Gresham (Debra Winger), pero no sabía como decírselo, pero todo él, interiormente, vibraba por aquella mujer que llegó a ser su esposa, aunque por poco tiempo. En ese trance, en el que vive intensamente enamorado sobreviene el amor a Dios, la necesidad de rezar muchísimo a los pies de su esposa enferma. Rebrota en él la conversión y no dejará a Dios nunca más.

En este film, Hopkins me merece un gran respeto por su magnífica interpretación pues en la medida que se desarrolla el guión, su mirada, sus gestos, su nervio, su virilidad, se van transformando en la medida en que el amor va transformando a su personaje. Aunque sea calificada por los expertos como drama, es muy recomendable en todos los sentidos.


16 noviembre 2014

Familia de policías

O Blue Bloods,  así es el título de una serie de televisión cargada de historias vividas en New York, y no solo en Manhathan. La Jefatura de policía está a cargo de Frank Reagan (Tom Sellek), el cual proviene de una familia de policías de origen irlandés, por supuesto, en la que él es la segunda generación. La tercera generación es muy potente, con dos policías, uno de ellos de carácter fuerte, Danny Reagan (Donnie Wahlberg) que en la serie tiene una esposa enfermera y deliciosa; Jamie (Will Estes); y una fiscal, Erin Reagan  (Bridget Moynahan). A su vez tenemos a una cuarta generación de dos chavales y una chica, todos en edad escolar, que van aprendiendo los criterios de justicia basados en una moral recta, inquebrantable y cristiana. Y en la primera generación, tenemos al bisabuelo, Henry Reegan (Len Cariou), que también fue policía y director de la jefatura. Por lo tanto las historias de la familia siempre van ligadas a historias de policías y de crímenes que se producen en una ciudad que no deja de sorprendernos.

En esta serie se recalca que, aun en el ejercicio de una profesión de alto riesgo, la familia está siempre apoyándose, los unos con los otros. No se pierde detalle en ese sentido. Si es necesario, todos van al festival que se hace en los colegios, o viven en un hospital varias noches sin dormir por enfermedad o accidente de alguno de ellos, por poner ejemplos. Lo importante es la piña. Y en esa piña se producen muchas y muchas! discusiones, sobre todo profesionales. Pero a pesar de los choques, se quieren e intentan comprenderse en todas las circunstancias, teniendo en cuenta la variedad de caracteres de todos. Hay respeto a las decisiones personales y familiares y lo que le pasa a uno le afecta a todos. Realmente los guionistas han cuidado mucho este aspecto. Esto no quiere decir que todo acabe bien, pues los asuntos personales que un personaje lleva consigo no se resuelven en un solo capítulo, y los criminales no siempre van a prisión.  En cualquier caso, toda la familia se reúne para la cena de los domingos, una actividad que hacen muchas familias.


No hemos visto los casi 100 capítulos de las 5 temporadas, ni os cuento que los crímenes, los policías corruptos, la moralidad o inmoralidad de los asuntos criminales de la serie son parecidos a los de todas las series de buenos y malos. Pero a mí, en conjunto, lo que he visto me gusta mucho, pues la manera de resolverlo me parece diferente

11 noviembre 2014

Los cerezos en flor

Es el título de un libro sobre la evangelización del Japón, de José Miguel Cejas, y editado por Rialp. Está compuesto de una treintena de relatos personales de aquellas personas que fueron al Japón por impulso del beato Álvaro del Portillo, cuando era el prelado y padre en el Opus Dei, primer sucesor de san Josemaria, cumpliendo así el deseo del fundador de la Obra de dar a conocer a los japoneses el Opus Dei. Así como también de muchos japoneses convertidos al catolicismo. Cada relato sitúa al lector en un punto fijo del país del lejano Oriente y de su historia, pues algunos relatos refieren la llegada de los primeros evangelizadores al Japón, las persecuciones subsiguientes y la estabilización religiosa, así como hechos de la historia política y social de aquel país. Lo que más me conmovió fueron las referencias que hacen los protagonistas a sus antepasados.


En esos relatos personales hay referencias que me han interesado mucho como las del matrimonio en Japón. Uno de ellos es de Mieko Kimura, una mujer que vio muy claro que su vocación era la de entregarse por entero a Dios. Cuando se lo dijo a su madre, ésta enfada y perpleja exclamó: Mieko…qué locura es esa de no querer casarse… Y prosigue Mieko: Yo la comprendía, porque estaba rompiendo una tradición de siglos, en los que la mujer japonesa no había sido dueña de su propio destino: durante generaciones y generaciones los padres habían concertado el casamiento de sus hijas en cuanto cumplían los dieciocho años. La idea del matrimonio por amor parecía descabellada, como expresaba el antiguo proverbio: los que se juntan por la pasión, siguen unidos por las lágrimas. Las hijas debían respetar desde la infancia una jerarquía de obligaciones: primero obedecer a sus padres, luego a su marido; y si quedaban viudas, a su hijo mayor. Las casaban de blanco, color de luto, para simbolizar que morían para su propia familia. Ciertamente en los años sesenta ya había muchos padres japoneses que permitían el ren-ai-kekkon, el matrimonio por amor.

09 noviembre 2014

Esposo fue

Cuando un día vi como mi marido se desvanecía en la mesa de un restaurante, poniendo los ojos en blanco, pareciendo muerto, se me vino el mundo encima. Era real, nos estaba pasando a nosotros, no era una escena de una película que había visto tantas veces. Grité su nombre un montón de veces, le abofetee, nunca lo había pegado, gracias a Dios!, ni él a mi. Surgieron de las mesas dos médicos, se rehízo. Llegó la ambulancia. Salimos corriendo, yo con mi coche, sola, detrás sin perder de vista el número de la ambulancia. Un rato, conduciendo saltándome los límites legales permitidos, que fue eterno. Ignoraba lo que ocurría en la ambulancia, si se había repetido lo que fuera o pasaba algo peor. Gritaba, rezaba, en apariencia sola, pero Dios no me dejaba de su mano. Siguieron unas horas de buena atención hospitalaria, de llorar, de llamadas telefónicas intensas , de gran apoyo de familiares y de amigos.

Fue un síncope. Y aquí seguimos poniendo remedio al origen del síncope. ¡Gracias a Dios! seguimos de la mano. Pero ¿Cómo me sentí? ¿Qué creía que sentía? ¿Cómo se sienten otras personas como en mi caso? Me sentí como la esposa que había sido de él pues dentro de mí noté como si me arrancaran por un momento algo mío, a mi esposo, con el que había compartido tantos años, los mejores de mi vida.

Y si fueron tan desgarrantes aquellos instantes, cuando sobreviene la muerte efectiva del marido o de la mujer, (o de otro ser querido, por supuesto) el dolor humano no lo podemos llegar ni a imaginar, pues no se puede medir, contar o pesar, incluso ni explicar. Pero es real y certero, y se ha vivir el duelo, digan lo que digan. 

Todos hemos visto en nuestro entorno viudas o viudos que siguen la vida tan cerca del que fuera su esposo o esposa, que se sienten como si todavía estuvieran juntos, aunque caminando a solas. Por ello, ver como en el lenguaje ese dolor es reducido a una sola palabra llamada “viudez” o “viudedad”, es decir, el pasado reducido a un nombre, a un presente nuevo, me produce un sentimiento extraño. Por eso prefiero llamar al supérstite como el Esposo que fue de… o la Esposa que fue de… Y así se debe porque este fue el epitafio de un esposo, el padre de una amiga mía, que dejó sus voluntades escritas –también la esquela-, y quiso que las esquelas que se publicaran a su muerte en los medios no dijeran que era viudo de tal señora, sino Esposo fue de… aquella bella mujer.

03 noviembre 2014

El purgatorio existe

Se inició el mes de noviembre para los cristianos con la celebración de la solemnidad de Todos los Santos, fiesta en la que la Iglesia católica invoca a todas las almas que gozan ya de la visión beatifica de Dios, cuyos nombres, en su inmensa mayoría, no conocemos. Se trata de aquellas personas cuya vida terrenal ha sido heroica y santa a los ojos de Dios. A continuación, se ha conmemorado el día de los Fieles Difuntos, dando paso a todo un mes de noviembre en el que la Iglesia propone rezar por todas las almas del purgatorio, es decir, por la Iglesia purgante. Pues el purgatorio existe, al igual que existe el cielo y el infierno.

En el purgatorio, el alma ya ha pasado el juicio particular con Dios y ha de purificarse antes de llegar a la contemplación absoluta con Él. Y en ese estado, las almas necesitan de nuestra oración para que se acelere la purificación. Pero como no sabemos si por quien rezamos ya ha purgado lo suficiente, Dios aplicará nuestra oración a las almas que lo necesiten. Y éstas a veces se manifiestan a los vivos adquiriendo formas sorprendentes y llamativas, constatando su existencia y su estado purgante.

Tanto es así que en Roma, en el siglo XIX, se construyó la Iglesia del Sagrado Corazón de las Almas del Purgatorio. Allí se puede visitar un pequeño museo de objetos que fueron marcados con fuego por almas del purgatorio. Y fue con fuego porque el fuego purifica. En las señales dejaron sus nombres u otros detalles de su persona y la fecha, encargando oraciones, es decir, sufragios, a personas determinadas que en aquellas fechas estaban vivas. Hay documentos, cartas, billetes de banco, hábitos y otras cosas. Son curiosidades que no son cuestiones de fe, y que cada uno crea lo quiera, pero que no se han de despreciar en ningún caso.


En contrapartida, las fiestas paganas han crecido de forma exorbitada invocando a los muertos vivientes, a los espíritus satánicos o a jugar a no se sabe qué con el fin de dar miedo. Pero no es bueno jugar con los espíritus ni buenos ni malos. A los espíritus se les ha de dejar en paz, además son actividades que nos alejan de Dios. Lo mejor, y de buen rollo, es rezar por los familiares que nos premurieron, quizá nuestro esposo o esposa, según el caso, los padres, hijos, hermanos o hermanas, abuelos o abuelas, y también por los amigos, colegas, vecinos… y esto sí que es bueno. Además, una vez en el cielo intercederán por nosotros.


* Las fotos son de la Iglesia del Sagrado Corazón de las Almas del Purgatorio, y su museo, en Roma.