04 agosto 2014

Catalunya, en obras

Mayúsculo terremoto moral o tormenta perfecta es como define la periodista
de El Mundo, Señora Cristina Rubio, lo que está pasando en Catalunya. Con menos palabras, lo resumió el alcalde de Barcelona, Señor Trías: Catástrofe! Efectivamente, Catalunya está patas arriba, como si un sunami la hubiera arrasado en pocas horas. El tótem catalán no tiene nada que envidiar a cualquier familia mafiosa italiana de corbata blanca y traje oscuro, pues se van destapando algunos asuntos de una trama tejida durante más de 34 años que tanto las autoridades policiales, judiciales y de la hacienda pública irán desmadejando como puedan y nos quedaremos calvos hasta poder de esta nueva versión de El padrino.


Se sabe que en el seno de una familia, numerosa o no, (la de los Pujol-Ferrusola es numerosa) se transmiten valores. No obstante, los valores pueden ser los de contravenir las leyes de Dios y las de los hombres; o por el contrario, transmitir los valores en alza, de respeto a Dios y a las leyes de los hombres, cuando éstas no sean contrarias a Dios. Si los valores que se transmiten son buenos, el reporte de esa familia a la sociedad es un bien común, es decir, es un bien para todos. Si por el contrario, los valores que se transmiten son los de la codicia, la avaricia, la estafa, el robo, la amenaza, la extorsión, etc., lo que aportan a la sociedad es una catástrofe, pues se pierde la confianza y la sociedad se tambalea al no poderse fiar de nadie.

Ahora mismo, Catalunya está en obras, no hay por donde pasar o mirar pues todo son enormes mentiras, escollos, olor a podrido, traspiés, una verdadera vergüenza. A pesar de ello, hemos de seguir confiando en que una familia se puede crear a partir de valores buenos, y ayudar a crecer a los hijos, a las hijas y a sus descendientes, enseñándoles a distinguir que entre lo bueno y lo malo hay una línea divisoria clara, pues el que no tiene conciencia de ello, difumina la línea, no ve necesario distinguirlo, y tampoco ve necesario perdonar ni pedir perdón, pues él mismo es su propio dios. De ahí entendía yo que se definan las cumbres borrascosas catalanas como el mayúsculo terremoto moral pues realmente lo que ha ocurrido en estos 34 años es que el tótem catalán ha vivido al margen de la moral buena, construyendo estructuras de pecado que ahora han comenzado a desmoronarse, produciendo en cada ciudadano de Catalunya una perplejidad, difícil de asimilar.